Hoy es un día especial. Como ya sabrá quien haya leído este blog en los últimos meses, soy una fan entusiasta del manga Fullmetal Alchemist, de Hiromu Arakawa, y especialmente de su fiel adaptación al anime de 2009, titulada Fullmetal Alchemist: Brotherhood.
Para poner en situación a quien esté más perdido -aunque mi recomendación encarecida es que veáis la serie cuanto antes-, Arakawa nos cuenta una historia situada en Amestris, país que imita la Alemania nazi, aunque con fecha un par de décadas anterior al comienzo de este gobierno en nuestro mundo. Se trata de una realidad retro y steampunk, donde también hay un enorme desierto y un país llamado Xing que imita a la China de nuestro mundo.
La historia gira en torno a dos hermanos, Edward y Alphonse Elric, que en un intento fallido de recuperar a su difunta madre con alquimia perdieron parte de sus cuerpos -el cuerpo entero en el caso de Alphonse, y una pierna y un brazo en el caso de Edward-, con lo cual en el momento presente buscan con ahínco la mítica piedra filosofal, cuyo máximo poder supuestamente los ayudará a recuperar los miembros perdidos.
Dado el auge del poder militar, Edward pasa a formar parte del Ejército bajo el importante título de Alquimista Nacional siendo aún un preadolescente. De esta manera espera que el Estado financie sus investigaciones y le permita así buscar la piedra filosofal con más comodidad y posibilidades a su alcance.
Pero lo que Edward y Alphonse no esperan es que el propio Ejército, ligado estrechamente al Gobierno de su país, esté corrupto desde dentro. Se entrecruzan en la historia de estos dos hermanos muchos otros hilos argumentales que contribuyen a hacer de esta historia uno de los mejores shonen según multitud de lectores y espectadores: el joven y ambicioso coronel Roy Mustang, que aspira al puesto de Generalísimo -acompañado siempre de su fiel teniente Riza Hawkeye, a la que tengo que mencionar sí o sí porque me encanta-, un joven príncipe de Xing que ha llegado a Amestris con intención de obtener la inmortalidad con la Piedra Filosofal; un paria de Ishval, región masacrada hace unos años en una Guerra Civil por orden del alto mando del Ejército; los llamados Homúnculos, humanos artificiales cuyo origen y propósito se muestra poco claro incialmente; y un montón de personajes y escenarios que prefiero que descubráis viendo esta genial serie.
En esta maraña de vidas y caminos hilados se encuentran muchas lecciones fundamentales para la vida y aplicables a casi cualquier contexto: el intercambio equivalente, el dolor, la venganza; pero también el amor, la amistad, el coraje de afrontar la propia vida. Sentimientos encontrados y multitud de enseñanzas que no vienen precisamente con cuentagotas.
En esta maraña de vidas y caminos hilados se encuentran muchas lecciones fundamentales para la vida y aplicables a casi cualquier contexto: el intercambio equivalente, el dolor, la venganza; pero también el amor, la amistad, el coraje de afrontar la propia vida. Sentimientos encontrados y multitud de enseñanzas que no vienen precisamente con cuentagotas.
Lo que yo venía a hacer es recomendar esta historia encarecidamente y disculparme por el críptico título de la entrada, pero no puedo explicarlo. Es algo que descubriréis cuando la veáis. Espero veros pronto convertidos en alquimistas.
Y a los que ya lo seáis, nunca olvidéis el 3 de octubre de 1911. ¡Un besote amestriano! No importa cuántos 3 de octubre pase, Hiromu Arakawa ha creado una historia mágica que permanecerá en nuestros corazones siempre. Gran mangaka, genial mujer.
Os dejo por aquí el primer opening de la serie, que ya puse en entradas anteriores, pero es tan precioso que no me canso de escucharlo: