viernes, 26 de julio de 2013

Inyección de autoestima y, quizás, un poco de ego.

Ni que decir tengo que soy una tía cojonuda, y así pienso demostrarlo a todo aquel que se atreva a dudar un ápice de mí. Me han corregido nimiedades una cantidad ingente de veces, he recibido quejas de casi cada una de las personas que me rodean, nunca ha cesado de reprochárseme que "no soy esto" o "no soy aquello", me regañan todos y cada uno de los días de mi vida con nuevas excusas y palabras estúpidas, se usan semanalmente argumentos de censura contra mí y, en definitiva, el mundo entero ha cogido la costumbre de fruncir el ceño al pasar yo por delante.

Pero, oh, ¿quién iba a decir que la pobre niña de ocho años gordita, insegura y sola se iba a transformar en esto? ¿Que la que tartamudeaba incoherencias ante cualquier imposición sigue tartamudeando, pero esta vez en voz alta y palabras con mucho, demasiado, sentido?
Nadie se habría imaginado que las cosas podían cambiar tanto en unos pocos años, y así pueden seguir haciendo hacia un futuro no muy lejano. No creo que ninguna mente mortal hubiera adivinado lo que se venía encima del suelo que pisaba esa niña.
Y es que esa niña insegura se transformó en una tía, como hemos dicho antes, cojonuda. Una mujer de mundo que ha perdido el miedo a equivocarse y que cada día encuentra un pequeño granito de arena que añadir al frágil castillo que es su vida.
Una mujer joven, algo solitaria, que no siempre hace las cosas bien pero que se esfuerza en ver cumplidos sus sueños y en mantenerse firme para no derrumbarse aunque la hayan destrozado. Una mujer con muchos defectos, a la que a lo mejor le convendrían una buena dieta o unos kilos menos, pero a la que no le faltan labia ni cerebro. Una mujer poco habilidosa con la sartén pero hada cuando se le pone un bolígrafo en la mano. Una mujer de corazón viajero y espíritu libre que, sin embargo, se ata sin querer a una persona doblemente viajera y triplemente independiente. Una mujer digna hija de su madre pero no de su padre, pues en algún lado tenía que desencajar.
Una mujer con sus pros y sus contras que, además, ha perdido el miedo de vivir.

B.

jueves, 25 de julio de 2013

Un afamado personaje al que muy pocos conocen realmente.

Era mi amigo un músico entusiasta que no se limitaba a su gran destreza de ejecutante, sino que escribía composiciones de verdadero mérito. Permaneció toda la tarde sentado en su butaca sumido en la felicidad más completa; de cuando en cuando marcaba gentilmente con el dedo el compás de la música, mientras que su rostro de dulce sonrisa, y sus ojos ensoñadores se parecían tan poco a los de Holmes el sabuelo, a los de Holmes el perseguidor implacable, agudo, ágil, de criminales, como es posible concebir. Los dos aspectos de su singular temperamento se afirmaban alternativamente, y su extremada exactitud y astucia representaban, según yo pensé muchas veces, la reacción contra el humor poético y contemplativo que, en ocasiones, se sobreponía dentro de él. Ese vaivén de su temperamento lo hacía pasar desde la más extrema languidez a una devoradora energía; y, según yo tuve oportunidad de saberlo bien, no se mostraba nunca tan verdaderamente formidable como cuando se había pasado días enteros descansando ociosamente en su sillón, entregado a sus improvisaciones y a sus libros de letra gótica. Era entonces cuando le acometía de súbito el anhelo vehemente de la caza, y cuando su brillante facultad de razonar se elevaba hasta el nivel de la intuición, llegando al punto de que quienes no estaban familiarizados con sus métodos le mirasen de soslayo, como a persona cuyo saber no era el mismo de los demás mortales. Cuando aquella tarde lo vi tan arrebujado en la música de St. James Hall, tuve la sensación de que quizás se les venían encima los malos momentos a aquellos en cuya persecución se había lanzado.

Sir Arthur Conan Doyle, Las aventuras de Sherlock Holmes.

domingo, 21 de julio de 2013

martes, 2 de julio de 2013

Perdida y en busca de respuestas.

Con el paso de los meses he aprendido la técnica del estar sin estar, de conversar sin conversar, mientras mi yo vuela lejos, muy lejos, en busca de países de las maravillas. Sonreír, asentir, sorprenderse sin extremosidad ante una salida de tono casi siempre relativa a un ausente en la conversación; aplaudir, también sin exageración, cuando alguien hace una alegoría a la obviedad o el disparate. Y en los dos últimos años he mejorado mucho la técnica. Mientras critican, comenta, aseveran a mi alrededor en las aburridas y largas tardes de visitas, he viajado al Castillo del Rey Loco sin moverme del jardín de casa. Los niños corretean entre los geranios. He revisado cada una de sus mágicas salas. He preguntado entre sueños a Tristán e Isolda, aquellos amantes medievales que me contaban cubren las paredes de tu palacio bávaro, si sabían de ti, si te habían visto volver. He peinado el bosque que arropó tus juegos de muchacho y cruzado a nado el lago que refrescó tus risas estivales. Me he sumergido en la litografía que conservo como tu primer regalo... y todo ha sido inútil, todo está mudo: las piedras, los estucos, los mosaicos, los abetos y el agua. Nada ni nadie saben darme certero norte, nada habla mi idioma.

Mar de los Ríos, Tren de lejanías

lunes, 1 de julio de 2013

We could be free together.


And there's no gravity around me, I know I gonna fall unless you take me and lead my way with your blind blue light; I want you, you and all your dirty secrets, I can love them all if you let me...
If you can't stand up, I'll help you because you were the only one next to me when I was pushed down by the world and all its crazy stupid machines.
You are a wild spirit, totally pure and brave; your heart won't be damaged...
If you wanted I would cross with you this wonderland full of nightmares and broken dreams of souls who never knew what love was.
Our hearts will lay together on a bed made of ivy and wind... And we will be able to smile each other for the first time.

B.