miércoles, 24 de junio de 2015

Recordó aquella vez en que había enganchado una de las dos agujas que iban en pareja. El macho dejaba siempre que la hembra comiera primero, y el pez enganchado, la hembra, presentó una pelea fiera, desesperada y llena de pánico que no tardó en agotarla. Durante todo ese tiempo el macho permaneció con ella, cruzando el sedal y girando con ella en la superficie. Había permanecido tan cerca, que el viejo había temido que cortara el sedal con la cola, que era afilada como una guadaña y casi de la misma forma y tamaño. Cuando el viejo la había enganchado con el bichero, la había golpeado sujetando su mandíbula en forma de espada y de áspero borde, y golpeando su cabeza hasta que su color se había tornado como el de la parte de atrás de los espejos; y luego cuando, con ayuda del muchacho, la había izado a bordo, el macho había permanecido junto al bote. Después, mientras el viejo levantaba los sedales y preparaba el arpón, el macho dio un brinco en el aire junto al bote para ver dónde estaba la hembra. Y luego se había sumergido en la profundidad con sus alas azul-rojizas, que eran sus aletas pectorales, desplegadas ampliamente y mostrando todas sus franjas del mismo color. Era hermoso, recordaba el viejo. Y se había quedado junto a su hembra. 

Ernest Hemingway, El viejo y el mar

sábado, 13 de junio de 2015

La dejaría... correr aventuras, que eligiera su propio camino. Sería muy duro... De hecho lo fue, pero lo haría. No del todo, por supuesto. Hay tareas que no se deben abandonar: lavarse los dientes, estudiar aritmética... Pero Maia se enamoró profundamente del Amazonas; a veces ocurren esas cosas: ese lugar estaba hecho para ella, y su gente también. Claro que hubo ciertos peligros, pero los hay por todas partes. Hace dos años, en este colegio hubo un brote de tifus y tres niñas murieron. En estas calles, todas las semanas los caballos atropellan y matan a unos cuantos niños. Cuando estaba viajando, explorando y recopilando sus canciones, Maia no era simplemente feliz; era... ella misma. Creo que algo se le rompió por dentro cuando sus padres murieron, y allá en Brasil se curó. Quizá yo esté loca, y el profesor también, pero creo que los niños han de elegir su destino... si tienen la capacidad de hacerlo. Y Maia lo tiene.

Eva Ibbotson, Maia se va al Amazonas

lunes, 1 de junio de 2015

Dejadme entrar, que bien puedo, en consejo de los hombres; que bien puede una mujer, si no a dar voto, a dar voces.

¡Por muchas razones!
Y sean las principales, 
porque dejas que me roben
tiranos sin que me vengues,
traidores sin que me cobres.
Aún no era yo de Frondoso,
para que digas que me tome,
como marido, venganza,
que aquí por tu cuenta corre;
que en tanto que de las bodas
no haya llegado la noche,
del padre, y no del marido,
la obligación presupone;
que en tanto que no me entregan
una joya, aunque la compre,
no ha de correr por mi cuenta
las guardas ni los ladrones.
Llevóme de vuestros ojos
a su casa Fernán Gómez;
la oveja al lobo dejáis
como cobardes pastores.
¡Qué dagas no vi en mi pecho!
¡Qué desatinos enormes,
qué palabras, qué amenazas,
y qué delitos atroces,
por rendir mi castidad
a sus apetitos torpes!
Mis cabellos, ¿no lo dicen?
¿No se ven aquí los golpes, 
de la sangre, y las señales?
¿Vosotros sois hombre nobles?
¿Vosotros, padres y deudos?
¿Vosotros, que no se os rompen
las entrañas de dolor,
de verme en tantos dolores?
Ovejas sois, bien lo dice
de Fuente Ovejuna el nombre.
¡Dadme unas armas a mí,
pues sois piedras, pues sois bronces,
pues sois jaspes, pues sois tigres...!
Tigres no, porque feroces
siguen quien roba a sus hijos,
matando los cazadores 
antes que entren por el mar,
y por sus ondas se arrojen.
Liebres cobardes nacisteis;
bárbaros sois, no españoles.
¡Gallinas! ¡Vuestras mujeres
sufrís que otros hombres gocen!
¡Poneos ruecas en la cinta!
¿Para qué os ceñís estoques?
¡Vive Dios, que he de trazar
que solas mujeres cobren
la honra de estos tiranos,
la sangre de estos traidores!
¡Y que os han de tirar piedras,
hilanderas, maricones,
amujerados, cobardes!
¡Y que mañana os adornen
nuestras tocas y basquiñas, 
solimanes y colores!
A Frondoso quiere ya,
sin sentencia, sin pregones,
colgar el Comendador
del almena de una torre; 
de todos hará lo mismo; 
y yo me huelgo, medio hombres, 
porque quede sin mujeres
esta villa honrada, y torne
aquel siglo de amazonas, 
eterno espanto del orbe.

Lope de Vega, Fuente Ovejuna