sábado, 13 de junio de 2015

La dejaría... correr aventuras, que eligiera su propio camino. Sería muy duro... De hecho lo fue, pero lo haría. No del todo, por supuesto. Hay tareas que no se deben abandonar: lavarse los dientes, estudiar aritmética... Pero Maia se enamoró profundamente del Amazonas; a veces ocurren esas cosas: ese lugar estaba hecho para ella, y su gente también. Claro que hubo ciertos peligros, pero los hay por todas partes. Hace dos años, en este colegio hubo un brote de tifus y tres niñas murieron. En estas calles, todas las semanas los caballos atropellan y matan a unos cuantos niños. Cuando estaba viajando, explorando y recopilando sus canciones, Maia no era simplemente feliz; era... ella misma. Creo que algo se le rompió por dentro cuando sus padres murieron, y allá en Brasil se curó. Quizá yo esté loca, y el profesor también, pero creo que los niños han de elegir su destino... si tienen la capacidad de hacerlo. Y Maia lo tiene.

Eva Ibbotson, Maia se va al Amazonas

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