La dejaría... correr aventuras, que eligiera su propio camino. Sería muy duro... De hecho lo fue, pero lo haría. No del todo, por supuesto. Hay tareas que no se deben abandonar: lavarse los dientes, estudiar aritmética... Pero Maia se enamoró profundamente del Amazonas; a veces ocurren esas cosas: ese lugar estaba hecho para ella, y su gente también. Claro que hubo ciertos peligros, pero los hay por todas partes. Hace dos años, en este colegio hubo un brote de tifus y tres niñas murieron. En estas calles, todas las semanas los caballos atropellan y matan a unos cuantos niños. Cuando estaba viajando, explorando y recopilando sus canciones, Maia no era simplemente feliz; era... ella misma. Creo que algo se le rompió por dentro cuando sus padres murieron, y allá en Brasil se curó. Quizá yo esté loca, y el profesor también, pero creo que los niños han de elegir su destino... si tienen la capacidad de hacerlo. Y Maia lo tiene.
Eva Ibbotson, Maia se va al Amazonas
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