A veces los miro y es como si no los conociera. Desde el exterior se sigue contemplando lo mismo: un grupo de gente joven unida, llena de sueños por cumplir en individual o en colectivo, mirando hacia el futuro con ojos centelleantes de ilusión. Qué visión más pura, más fuerte, más cautivadora. Nadie diría, a juzgar por sus sonrisas, las rencillas que esconden estos palpitantes corazones, el amor y odio que se profesan y respiran estos jóvenes pulmones.
¿Quién lo iba a decir? Cuando las cosas se resquebrajan, se oxidan, dejan de funcionar como deberían, hay dos vías para seguir avanzando: cargarlas a cuestas y tratar de arreglarlas aunque ello suponga esfuerzo y orgullo pisoteado, o bien arrojarlas lejos, dejarlas a mitad de camino como un perro abandonado que persigue el coche de sus amos sin alcanzarlo.
Ella está a medio camino. Sigue varada en la bifurcación de esas dos vías sin saber cuál tomar. Los vínculos viscosos y pegajosos del pasado, los errores, las palabras nunca dichas, los te quiero silenciados por la pena y las risas ahogadas por el llanto se funden en una mezcla de recuerdos y emociones: alegría, tristeza, desazón, soledad, hastío e incluso odio.
La otra vía parece mucho más complicada: construir las relaciones desde cero, otras nuevas que durarán hasta que se quiebren como las anteriores. Todo pasa como el jarrón antiguo al que los niños dan un balonazo y ninguno se atreve a confesar quién ha sido. ¿A quién echar la culpa de que ahora ella se encuentre ante esta bifurcación de los caminos? ¿Quién ha sido el causante, sino ella misma, de que la vida haya dado un giro total y no haya puerto seguro al que agarrarse?
¿DÓNDE ESTÁ MI FARO?
Si Simona alguna vez se sintió así, nunca lo dijo. No aparecía escrito en las páginas de su libro.
A ella la tristeza le duró lo que tardó la guerra en traerle de vuelta a su Príncipe Gris a lomos de un puma con alas.
Quién lo habría predicho, que la inteligente traductora vería su sufrimiento recompensado con creces al ver aparecer al hombre de su vida que la llamaba apremiante para que acudiera a su lado.
¿Y quién es esta Simona poco aventurera que pasa la vida esperando a que la hagan Emperatriz sin siquiera intuir lo que le deparaba el destino? ¿De dónde sale esta muchacha desharrapada, salvaje y brillante que cuenta su historia, una historia que no interesa a nadie?
Simona es un ente imaginario nacido en tierra de nadie. Simona es la paz y el equilibrio, el caos y la destrucción. Simona es todo lo que su demiurga sufre y a la vez aspira a ser. Simona es el equivalente a la Madre Gaia de hinchado vientre, que da cobijo a todos pero cuya ira cualquier hijo del mundo teme.
Simona es un ente imaginario nacido en tierra de nadie. Simona es la paz y el equilibrio, el caos y la destrucción. Simona es todo lo que su demiurga sufre y a la vez aspira a ser. Simona es el equivalente a la Madre Gaia de hinchado vientre, que da cobijo a todos pero cuya ira cualquier hijo del mundo teme.
Simona es muchas cosas y está en todas partes, persiguiendo a la demiurga como un gato hambriento al humano que le haya ofrecido de comer alguna vez.
Simona es una ególatra y cínica que se regodea en sus tristezas sin atender a las ajenas. Simona es una paradoja en su bondad y su autoapelación de mala zorra. Simona desfallece ante la vida pero cuenta con una fuerza que le es atribuible solo al huracán y al tornado si fuesen en pareja.
Simona es temible. Simona es idiota. Simona es grande. Simona se empequeñece a sí misma.
Simona no existe. Simona soy yo. Simona está muerta.
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