Cierto día, un cuervo
consiguió un trozo de queso, y se posó en un árbol para disfrutar
del rico manjar.
En ese momento, pasaba
por allí un astuto zorro al que se le hizo la boca agua de ver la
porción de queso que el cuervo tenía en el pico. Así, al zorro se le
ocurrió una idea para robar el queso, y comenzó a halagar al cuervo
con todas las características, en apariencia negativas, que éste
tenía.
Los halagos que hizo el
zorro al cuervo fueron tan sublimes y engatusadores, que el ave no
pudo resistir complacer a su interlocutor cuando éste le pidió
que cantase.
Y justo cuando el cuervo
abrió la boca para deleitar al zorro...
... el queso cayó al
suelo, el zorro lo cogió y se marchó corriendo.
Así fue como el cuervo
aprendió a no fiarse jamás de quien intentase ganárselo de alguna
extraña y engatusadora manera.
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