lunes, 5 de noviembre de 2012

Mi cuento de hadas ideal no es como los que me contaron de pequeña.

Para mí, la princesa era una feroz guerrera que manejaba las espadas y no vestía de seda, y fue raptada por un imponente dragón. Cuando el Príncipe Azul iba a rescatarla a lomos de su hermoso corcel blanco, vio a lo lejos a una joven campesina, trabajando en la labranza para ganarse el sustento, de la que se prendó y a la que llevó a Palacio para hacer reina.
Mientras tanto, la princesa, que no tenía nada que hacer contra el dragón, se enamoró de él en su cautiverio. Se dio cuenta de lo hermoso que era en su majestuosidad, de que sus enormes alas verdes lo llevaban a lugares inimaginados rozando el cielo y de que, realmente, estaba atormentado por los humanos, quienes le tenían miedo y querían hacerle daño.
El mago blanco encargado de proteger a la princesa se enteró, gracias a sus artes, de los sentimientos de ésta hacia su captor, y mandó legiones enteras de soldados para destruir al monstruo y recluir a la joven, que ahora parecía peligrosa, en palacio. Sin embargo, una bruja negra, amiga del dragón, los ayudó a él y a la princesa a salir vivos de todo aquello.
No comieron perdices ni fueron eternamente felices, puesto que el Príncipe Azul fue estafado y perdió su reino, quedándose en la pobreza junto a su amada, quien fue la única que se mantuvo a su lado. El mago blanco, ahora corrupto por la rabia hacia la que había sido su protegida, consiguió rescatar algunos soldados de los que había mandado contra el dragón y la princesa, y a partir de ellos fue formando un ejército que creció y creció entrenándose para matar al dragón y a la joven. Y la bruja negra se mantuvo siempre pendiente de los dos enamorados fugitivos, ayudándoles en secreto en sus vagabundeos por el mundo, intentando escapar de los que no querían que se amasen.
Es un cuento que no tiene final definido, pues cada cual le dará el que más le plazca. Algunos querrán que la princesa sea llevada de nuevo a palacio y obligada a casarse con algún príncipe, mientras que otros desearán que muera junto al dragón.
Y puede que los haya, como yo, que deseen que la princesa pueda vivir feliz junto a su dragón, corriendo mil aventuras y luchando para conseguir la felicidad. Porque yo me siento a veces, de algún modo, como esa princesa que sabía luchar y no vestía trajes de seda.

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