Me pregunto qué le pasó a ese corazón vestido de verde
que con sus prendas de seda danzaba al viento
escuchando una música procedente de arpas y gaitas con olor a mar.
No sé dónde se encuentran ahora los ojos
que veían dragones salir de entre la bruma a través de la ventana
y que se cerraban fuertemente con la esperanza de volar entre las nubes
al abrirse otra vez.
La niña llorona se volvió apática
y se comporta como si nada de eso tuviera cabida
en su recién construido palacio de cristal.
El espíritu celta
que hablaba gaélico
y trotaba por praderas irlandesas.
Ya no hay gato encerrado porque su misma dueña lo dejó salir.
El perro de tres cabezas yace dormido en un sorral de arena blanca,
su cadena puesta al cuello pero ya sin fuerzas para intentar romperla.
Hoy no quedan ya canciones en inglés de las islas,
ni música de violín,
ni pieles de ciervo colgando de los hombros del hada Morgana.
Arturo yace muerto en Avalón
y Excalibur se hundió ha ya mucho tiempo entre las nieblas de su lago.
Pero a lo mejor la niña llorona aún sigue soñando.
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