miércoles, 1 de octubre de 2014

'El poder es una cosa muy curiosa, mi señor'

-El poder es una cosa muy curiosa, mi señor. Decidme, ¿habéis tenido tiempo de meditar sobre el acertijo que os planteé hace unos días en la posada?
-Le he dado algunas vueltas -reconoció Tyrion-. El rey, el sacerdote, el hombre rico... ¿Quién vive y quién muere? ¿A quién obedecerá el hombre de la espada? Es un acertijo sin respuesta; mejor dicho, con demasiadas respuestas. Todo depende de cómo sea ese hombre.
-Pero, en realidad, el hombre de la espada no es nadie -señaló Varys-. No tiene corona, ni oro, ni el favor de los dioses, solo un trozo de acero afilado.
-Ese trozo de acero es el poder de la vida y la muerte.
-Exacto. Pero, si quien nos gobierna en realidad es el hombre de armas, ¿por qué fingimos que son nuestros reyes los que tienen el poder? ¿Por qué un hombre fuerte con una espada se plantearía jamás obedecer a un niño rey como Joffrey, o a un idiota borracho como su padre?

-Porque esos niños reyes y esos idiotas borrachos pueden llamar a otros hombres fuertes, con otras espadas.
-Entonces serían esos otros guerreros los que en realidad tendrían el poder. ¿O no? ¿De dónde salen sus espadas? ¿Por qué obedecen? -Varys sonrió-. Hay quien dice que el conocimiento es poder. Hay quien dice que la magia deriva de los dioses. Otros dicen que el poder lo da la ley. Pero aquel día, en los peldaños del Septo de Baelor, nuestro piadoso Septón Supremo, la legítima reina regente y vuestro seguro servidor, con todos sus conocimientos, estuvieron tan impotentes como cualquier zapatero remendón de la multitud. ¿Quién mató en realidad a Eddard Stark? ¿Vos qué pensáis? ¿Joffrey, que dio la orden? ¿Ser Ilyn Payne, que blandió la espada? ¿O bien... otra persona? 
-¿Vais a decirme la respuesta del maldito acertijo o solo queréis empeorarme esta jaqueca? -Tyrion inclinó la cabeza hacia un lado.
-De acuerdo -dijo Varys sonriendo de nuevo-, ahí va: el poder reside donde los hombres creen que reside. Ni más ni menos.
-Entonces, ¿el poder es una farsa?
-Una sombra en la pared -murmuró Varys-. Pero las sombras pueden matar. Y a veces, un hombre muy pequeño puede proyectar una sombra muy grande.

George R. R. Martin, Canción de hielo y fuego II: Choque de reyes

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