lunes, 25 de agosto de 2014

Cuando mires el cristal roto que reposa en tu mesita, velando el dulce sueño en el que caes cada noche, y no veas un ojo almendrado observándote desde esa transparencia, te acordarás de mí.
Cuando huelas en el armario ese aroma familiar a manzana, libro nuevo y puede que jabón de suave aloe, no estando ya esas prendas que antes lo despedían de forma intermitente, te acordarás de mí.
Cuando tu paladar deguste la acidez de una naranja soliviantada con suave canela y caigan en tu lengua tres gotitas de amargo limón que te hagan apretar los ojos, te acordarás de mí.
Cuando escuches el son de la suave arpa, el estridente llanto de la llorona gaita o el grito sordo de guerra salido de un tambor de cuero, te acordarás de mí.
Cuando roces el suave pelaje de un gato atigrado con ojos verdes, brillantes en la noche traicionera, y sientas su ronroneo cálido bajo la piel, te acordarás de mí.

Pero quizás ese gato sea mío, que busca tus caricias porque sabe que yo hago lo mismo; también mía esa música, que endulza mis oídos cuando tú casualmente pasas cerca; míos esos alimentos, que degusto cualquier noche en la que no necesito nada más; mío ese olor, y mía la ropa que lo despide, aún en el armario; y mío ese ojo, que en realidad nunca desapareció del cristal ni dejó de velar por que tuvieras dulces sueños.

A lo mejor nunca me fui. Simplemente me engañé a mí misma pretendiendo ser invisible. Y tú te lo creíste también.

sábado, 9 de agosto de 2014

Fantastic beasts & Where to Find Them

Sólo me resta advertir a cualquiera que haya leído este libro sin comprarlo que tiene la maldición de los ladrones. También quiero aprovechar esta oportunidad para asegurar a los muggles que las asombrosas criaturas que se describen a continuación son imaginarias y no pueden hacerles daño. A los magos, simplemente les digo: Draco dormiens nunquam titillandus.

Albus Dumbledore.

J. K. Rowling, Animales fantásticos y dónde encontrarlos de Newt Scamander

viernes, 8 de agosto de 2014

Hasta el final... y puede que más allá.

Buenas noches a quien se digne a perder el tiempo en este blog de pacotilla que me tomo la molestia de ir actualizando cuando me surge algo que escribir. Hoy vengo aquí a volcarme porque creo que lo que tengo que decir es complicado de explicar y no hay nadie por aquí cerca a quien decírselo.
Resulta que hace bastante tiempo, cuando yo tenía ocho años y hacía la Comunión, una antigua niñera me regaló un libro. Yo por ese entonces ya era una lectora voraz -y no soy falta de modestia si digo que fui una niña bastante precoz-, pero el libro que me puso en las manos era uno que nunca me había llamado la atención. Se titulaba Harry Potter y la Cámara Secreta. Obviamente, a mí ya me sonaba de oídas el nombre de aquel niño mago que protagonizaba tan famosos libros y, a posteriori, películas. Sin embargo, no me había dignado a leer sus aventuras, y si leí ese libro fue, sencillamente, porque en casa no tenía otra cosa mejor que leer.
Se trataba del segundo de una saga de siete volúmenes, el primero de los cuales me apresuré a conseguir para comprender mejor la historia tras haber devorado ávidamente ese que obtuve primero. Así comenzaron mis andanzas junto al niño que sobrevivió: comencé su vida con él la noche en que quedó huérfano, sufrimos juntos los diez años que pasó en casa de sus aborrecibles tíos y vivimos con ilusión su entrada al mundo mágico, en el cual era enormemente reconocido por tratarse del bebé que venció al mago más tenebroso de todos los tiempos.
Pasé tres años de mi vida esperando impaciente las Navidades y mis cumpleaños para obtener un número más de la que se estaba convirtiendo en la saga de mi vida. Si bien ahora mismo mi libro favorito es otro cuyo título no viene a cuento, Harry Potter es la historia que marcó mi infancia a fuego y, por consiguiente, me transformó en la persona que soy ahora y en la adulta en la que me estoy convirtiendo. De esa fantástica historia salieron mis primeros amigos imaginarios y con ella comencé a asimilar conceptos como el amor, la lealtad, el esfuerzo, la sabiduría y la astucia, por no hablar de la maldad. 
Creo que estos libros me enseñaron a buscar y valorar lo mejor de cada ser humano, a distinguir los matices que hacen a una buena persona no tan buena y a una mala algo mejor de lo que parece ser; acompañé a los protagonistas -y a todos los demás- mientras luchaban en una guerra que no tenía nada que ver con cañones ni soldados y, en definitiva, acogí en mi corazón a esta historia como "mi" historia. Este es el cuento de la niña que se enamoró un día de la historia del niño que sobrevivió, y yo os lo cuento porque siento que necesito que alguien, aunque no me conozca ni haya visto nunca mi cara y esté lejos de mí, lo entienda y sonría al leer estas palabras, o por lo menos no le suenen a chino. 
Porque hay historias que nos hacen abrir los ojos de la impresión durante unos pocos momentos, e incluso derramar unas pocas lágrimas; ésas son las historias corrientes, las que pasan ante nuestros ojos porque sí y se quedan en el rincón de nuestra mente dedicado al semiolvido. Sin embargo, hay otras que llegan de casualidad, a las cuales no concedemos mucha importancia y que pensamos que van a ser como las demás, pero que, por algún extraño motivo o movidas por una coincidencia muy grande, acaban siendo recibidas con los brazos abiertos y nos dejan una cicatriz, hecha con tinta indeleble en el mismo corazón, que significa que modelaron un pequeño trocito de nosotros y que, por suerte o por desgracia, vinieron para quedarse.


Hacking to the Gate.

"Nadie sabe lo que el futuro nos depara.
Por eso su potencial es infinito" -Steins;Gate


miércoles, 6 de agosto de 2014

Pobre Hermione.

Mientras se abría paso hacia la mesa de las bebidas, tropezó con Ginny, que llevaba al micropuff Arnold encaramado en un hombro y a Crookshanks pegado a los talones, maullando sin éxito.
-¿Buscas a Ron? -le preguntó la pequeña de los Weasley con una sonrisita de complicidad-. Está allí, el muy asqueroso hipócrita.
Harry miró hacia el rincón que señalaba Ginny. Y en efecto, a la vista de todo el mundo, Ron y Lavender Brown se abrazaban con tanta pasión que costaba distinguir de quién era cada mano.
-Parece que se la esté comiendo, ¿no? -observó Ginny con frialdad-. Supongo que de alguna manera tiene que perfeccionar su técnica. Has jugado muy bien, Harry.
Le dio unas palmaditas en el brazo y Harry notó un cosquilleo de vértigo en el estómago, pero ella siguió su camino y fue a servirse más cerveza de mantequilla. Crookshanks la siguió con los ojos fijos en Arnold
Harry dejó de mirar a Ron, que no parecía tener intenciones de salir a la superficie, y en ese preciso momento vio cómo se cerraba el hueco del retrato. Le pareció atisbar una tupida melena castaña que se perdía de vista, y sintió un gran desaliento. 
Corrió en esa dirección, volvió a esquivar a Romilda Vane y abrió de un empujón el retrato de la Señora Gorda, pero el pasillo estaba desierto.
-¡Hermione!
La encontró en la primera aula que no estaba cerrada con llave. Se había sentado en la mesa del profesor y la rodeaba un pequeño círculo de gorjeantes canarios que había hecho aparecer de la nada. A Harry le impresionó que lograse el hechizo en un momento como ése. 
-¡Hola, Harry! -lo saludó ella con voz crispada-. Sólo estaba practicando.
-Sí, ya veo... Son... muy bonitos. -No sabía qué decir. Con un poco de suerte, tal vez Hermione no hubiese visto a Ron con las manos en la masa y sólo se había marchado porque le desagradaba tanto alboroto, pero ella dijo, con una voz inusualmente chillona:
-Ron se lo está pasando en grande en la fiesta.
-Hum... ¿Ah, sí?
-No finjas que no lo has visto. No puede decirse que se estuviera escondiendo, ¿no?
En ese instante se abrió la puerta del aula, y Harry, horrorizado, vio entrar a Ron riendo y arrastrando a Lavender de la mano.
-¡Oh! -dijo el muchacho, y se paró en seco al verlos.
-¡Uy! -exclamó Lavender y salió riendo del aula. La puerta se cerró detrás de ella.
Al punto se impuso un silencio tenso e incómodo. Hermione miró fijamente a Ron, que, eludiendo su mirada, dijo con una curiosa mezcla de chulería y torpeza:
-¡Hola, Harry! ¡No sabía dónde te habías metido!
Hermione bajó de la mesa con un movimiento lánguido. La pequeña bandada de pájaros dorados siguió gorjeando y describiendo círculos alrededor de su cabeza, dándole el aspecto de una extraña maqueta del sistema solar con plumas.
-No dejes a Lavender sola ahí fuera -dijo con calma-. Estará preocupada por ti.
Y caminó despacio y muy erguida hasta la puerta. Harry miró a Ron, que parecía aliviado de que no hubiese ocurido nada peor.
Oppugno! -exclamó entonces Hermione desde el umbral, y con la cara desencajada apuntó a Ron con la varita.
La bandada de pájaros salió disparada como una ráfaga de balas doradas hacia Ron, que soltó un grito y se tapó la cara con las manos, pero aun así los pájaros lo atacaron, arañando y picando cada trocito de piel que encontraban. 
-¡Hermione, por favor! -suplicó el muchacho, pero, con una última mirada rabiosa y vengativa, ella abrió la puerta de un tirón y salió al pasillo.
A Harry le pareció oír un sollozo antes de que la puerta se cerrara.

J. K. Rowling, Harry Potter y el misterio del Príncipe

domingo, 3 de agosto de 2014

¿Y qué sabes tú de mi vida? Te diré algo: sé muy bien lo que es estar desesperado, lo que es no tener nada, no tener a nadie. Y también sé que, al final, la decisión sigue siendo tuya. Así que no me vengas con excusas ni eches la culpa a otros de tus meteduras de pata. La vida es dura, ya lo sé. Pero ¿sabes una cosa? El mundo sería infinitamente mejor si la gente eligiera el camino correcto, en lugara de seguir el camino fácil.

Laura Gallego García, El Libro de los Portales