Hoy no tengo fuerzas ni para escribir. Es un día raro de esos en los que sólo me apetece meterme entre las mantas de mi mullida cama y apartar la realidad de mí. Dejar de oír, de ver, de palpar. Tan sólo tener oscuridad a mi alrededor, y no ser consciente de nada. Olvidar el mundo exterior y sustituirlo por una amnesia pasajera que dure hasta que deje de haber tanto dolor, tanto odio, tanta destrucción, tanta presión. La sociedad se sobrecarga, y con ella los seres que me rodean. Mi generación crece y se da cuenta poco a poco de que cada cual se va a ver inevitablemente inmerso en una serie de sucesos vitales algo desagradables que no podrá vadear en su camino. Las miserias familiares, las enfermedades que se mantienen en secreto, los complejos que no se sacan a la luz, los miedos que arañan nuestro corazón y lo dejan cada día más maltrecho y malherido, los odios electrizados por el paso del tiempo, las injusticias cometidas unos con otros por meras tonterías. Todo se junta formando una enorme roca que hemos de arrastrar con nosotros al subir esa empinada montaña llamada Vida.
El problema real llega cuando alguien, precisamente por el peso de esa roca, quiere llegar demasiado pronto a la cima de la montaña.
"No te azuzaría de esta manera si no pensara que eres lo bastante fuerte"
Eragon, Christopher Paolini.
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