Hoy me he dormido escuchando la respiración de un lobo nórdico. Me acurruqué junto a su costado, cerré los ojos y traté de acompasar su respiración a la mía, aunque creo que no pude. Él es demasiado tranquilo, siempre lo ha sido, como para que yo pueda detener mi nerviosismo y mi rapidez y acomodarlas a su percepción de la vida. Me fue imposible desesperar por ese desnivel, porque en algún momento, en un instante curioso, empecé a prestar más atención a esa respiración que a la mía.
Notaba esos pulmones hincharse y ese diafragma contraerse contra mi costado. Era fascinante, único. Algo ordinario visto desde ojos externos, pero el País de las Maravillas construido rápidamente en mi interior. Sería la persona más feliz del mundo si cada día despertase y me durmiese así, sintiendo la misma respiración tranquila, los mismos pulmones, el mismo olor familiar, y supiese que están allí porque quieren, porque también quieren sentir mi respiración nerviosa, mis pulmones algo más pequeños y mi olor, extraño y familiar.
B.
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