Yo creo que nuestro problema es que somos como burbujas de distintos gases tóxicos en un mismo cubo de aire: chocamos unos con otros y, dependiendo de la combinación, explotamos de una forma o de otra. Pero explotamos al fin y al cabo. Algunos arrastramos problemas de nuestras propias casas mientras que otros vienen aquí a crearlos porque no saben qué hacer; cada uno tendrá sus propios motivos para quejarse, pero al fin y al cabo suspirar y refunfuñar es algo que nos gusta hacer a todos. Buscamos pretextos y nos lamentamos de mil formas distintas, y quien esté a nuestro alrededor saldrá perjudicado.
¡Pues que se aguanten! Eso es lo que pensamos. Si yo aguanto a los demás, que los demás me aguanten a mí. Pero a veces es complicado que tantas maneras de ser, tantas formas de mirar el mundo, tantas cabezas tan diferentes, tantos cuerpos hormonados, tantos ADNs lidien en perfecta armonía unos con otros. Siempre va a haber algo que falle, por mucho que nos joda que las cosas no salgan redondas. Siempre, aunque la gran mayoría esté de buenas, habrá alguien que se aparte, que se queje, que explote, que desaparezca de golpe o que, simplemente, no venga cuando le llamen. Y los demás se preguntarán por qué. Algunos le cuestionarán, otros le juzgarán; habrá, incluso, algunos más atrevidos que le seguirán o que romperán la armonía imperfecta dejando escapar esa rabia que no pueden arrancarse de otro modo.
Y al final, aunque no nos demos cuenta, todos salimos perjudicados. Y todos somos los culpables.
B.
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