Como Lyra era la única representante del sexo femenino que iba a bordo, porque John Faa, después de pensárselo mucho, había decidido que no viajaran mujeres, tenía un camarote para ella sola. No se trataba de un camarote grande, eso por descontado, ya que era poco más que un armario con una litera y una portilla, que de hecho es el nombre adecuado para ojo de buey. Lyra metió sus escasas pertenencias en un espacio encajonado debajo de la litera y corrió arriba muy excitada para mirar apoyada en la barandilla cómo Inglaterra iba quedándose atrás, pero se encontró con que la mayor parte del país ya había desaparecido en la niebla antes de que ella se dispusiera a contemplarlo.
Pese a todo, el envite del agua bajo sus pies, el movimiento del aire, las luces del barco que brillaban vivamente en la oscuridad, el estruendo del motor, el olor a sal, a peces y a espíritu de carbón, eran de por sí sumamente excitantes. No tardó en sumarse a todo ello una nueva sensación, en el momento en que la nave hendió el oleaje del océano Germánico. Cuando llamaron a Lyra para que bajase y tomase unos bocados de la parca cena, descubrió que tenía menos hambre de lo que pensaba y decidió que lo mejor que podía hacer era tumbarse en la litera, aunque sólo fuera por consideración hacia Pantalaimon, ya que el pobre se encontraba verdaderamente enfermo.
Así fue como empezó el viaje al Norte.
La Materia Oscura I: Luces del Norte, Philip Pullman.
viernes, 31 de agosto de 2012
lunes, 27 de agosto de 2012
La chica que en un remoto pueblo escribe estas líneas es, ahora mismo, una de las pocas personas que se niegan a posar sus dos pies sobre la faz terrestre. Ella es una chica desesperada por encontrar a su alma gemela, ese faro celestial que la guíe cuando sus pasos no sepan qué dirección adoptar.
Por eso, a mi entender, esta chica decidió aventurarse en los mundos imaginarios que crearon los diversos y varios escritores que descubrió. Esta chica soñaba con trabar amistad alguna vez con un dragón, cabalgar a lomos del más bello pegaso y amar a alguien que fuese capaz de pasar ante una sirena sin dejar de pensar en ella. Esta chica se imaginaba a sí misma luchando contra enormes serpientes, derribando a los más oscuros nigromantes y desterrando el mal que asola el mundo.
Claro que... esto eran sólo sueños.
http://www.youtube.com/watch?v=hYgJAN1Ol5g
Por eso, a mi entender, esta chica decidió aventurarse en los mundos imaginarios que crearon los diversos y varios escritores que descubrió. Esta chica soñaba con trabar amistad alguna vez con un dragón, cabalgar a lomos del más bello pegaso y amar a alguien que fuese capaz de pasar ante una sirena sin dejar de pensar en ella. Esta chica se imaginaba a sí misma luchando contra enormes serpientes, derribando a los más oscuros nigromantes y desterrando el mal que asola el mundo.
Claro que... esto eran sólo sueños.
http://www.youtube.com/watch?v=hYgJAN1Ol5g
Nunca dejes de creer en la magia. La magia no está en el mundo... la magia está en ti. La magia eres tú. |
sábado, 25 de agosto de 2012
Un enigma por resolver.
-¡Qué barbaridad! ¡Qué cantidad de trabajo! Aquí hay material para una tesis doctoral -dijo Annika, agobiada.
David y ella se hallaban sentados en el cuarto de Annika, con todo el material que habían recopilado: las cintas magnetofónicas repletas de las cartas leídas, las fotocopias de la confesión de Petrus Wiik, las partidas de difuntos del registro de Valdstena, los recortes de prensa... Annika se había propuesto clasificar todo cuidadosamente y archivar el material.
-¿Una tesis? ¿Sobre qué? -David sonrió-. ¿Sobre las ideas de un discípulo de Linneo relativas al origen y significado de la vida?
-Por ejemplo, eso -contestó Annika-. Pero la colección de cartas podría servir también de base para una investigación sociológica relativa a la imagen de la mujer en el siglo XVIII.
David, hasta entonces un poco adormilado, se despabiló. ¡Ahora podían iniciar una discusión, y eso le gustaba!
-¿A qué te refieres?
-Bueno, tanto las cartas de Andreas como las de su hermana Magdalena a Emilie reflejan claramente la poca importancia de la mujer en aquella época, y su inmensa responsabilidad. ¡Y nadie veía eso absurdo! Una persona con tanta carga y responsabilidad debería, al menos, poder decir su opinión al respecto. Cuando pienso en esa situación, me pongo frenética.
-¿Responsabilidad? ¿Poca importancia de la mujer? -comentó David pensativo-. Yo creo, más bien, que las cartas de Andreas tratan fundamentalmente de sus profundas ideas sobre la vida.
-¡Exacto! ¡Así es! -dijo Annika, molesta-. Andreas se sentaba, escribía y filosofaba; pero, al parecer, no sabía a quién comunicar su sabiduría. Por eso se la enviaba a Emilie y le pedía que cargase ella con la responsabilidad de transmitirla íntegramente a la posteridad. "Los tiempos no están maduros todavía", y toda esa palabrería...
-¿Palabrería? ¡Realmente, aquella época no estaba madura para entender el pensamiento de Andreas, Annika!
-¿Y por qué no intentó Andreas influir en sus contemporáneos? Es poco realista apostar por un futuro del que no se sabe nada. ¡Me gustaría saber cuándo estarán los tiempos maduros para tanta sabiduría! Y luego, se viene a casa con una estatua que todos consideran muy peligrosa y de la que nadie quiere ocuparse. Nadie quiere saber nada de ella, ¡y otra vez asume Emilie la responsabilidad! ¡Cosa inaudita en unos tiempos con tantas supersticiones! Y, luego, está lo del hijo... Un hijo del que tiene que responsabilizarse ella sola, pues él no debe ser molestado -dijo con ironía-. Él tiene que viajar por el ancho mundo. Para colmo, Emilie ha de ocuparse de su viejo padre, abrumado por sus remordimientos, e intentar hacerle menos amargos los últimos días de su vida.
Annika no pudo seguir sentada. Era algo injusto, pero, por desgracia, bastante común. A la misma Annika, si hubiera vivido en el siglo XVIII, le habría pasado lo mismo. Podría haber caído en la situación de Emilie. Estaba convencida de ello, ya que advertía en sí misma esa predisposición a ofrecer su vida si alguien la necesitaba. ¡Probablemente, alentaban todavía en su interior los fantasmas de las viejas generaciones de mujeres! ¡A pesar de todo, a pesar de que los tiempos habían cambiado!
Estaba tan excitada que recorría la habitación cambiando de lugar las cosas sin ningún motivo.
David la miró, sonriente.
-Es cierto -dijo en tono provocador-. Si se leen así las cartas, se podría hacer una tesis sobre el típico papel de la mujer.
Annika explotó:
-¿El típico papel de la mujer? ¡Lo dices así para molestarme!
-¡No! No debes interpretarlo así.
-¡Lo has dicho con esa intención! Es una expresión odiosa. Además, a menudo se utiliza erróneamente, creo yo. No siempre se trata de papeles específicos de la mujer. Y no fue un papel específico de su sexo el que Emilie asumió cuando cargó con tanta responsabilidad. Lo hizo porque tenía generosidad para hacerlo y porque era una persona con gran capacidad de amar. Su error no fue aceptar la responsabilidad, sino no reclamar un derecho equivalente. No hay que limitarse a dar; también es preciso exigir y aprender a hacerlo. Quiero decir que cuando el uno permite al otro satisfacer determinadas exigencias, se ennoblecen los dos. De lo contrario, sólo se consigue mantener tiranos y mártires.
David miró a Annika con semblante serio.
-Quizá tengas razón -dijo-. El mundo daría un gran paso adelante si todos pensaran así.
Annika se sentó. Parecía muy excitada.
-Sí, seguro -dijo-. Una puede dar todo lo que le permita su capacidad de entrega; en esto no hay límites: pero debe saber que su compañero está dispuesto a dar en la misma medida.
Esbozó una sonrisa. David le correspondió.
-Lo sorprendente es que, en mi opinión, Andreas Wiik pensó y deseó eso -dijo David.
-Tal vez lo pensó y lo deseó -admitió Annika-, pero no lo hizo.
David movió la cabeza sonriendo.
-Eso no podemos saberlo, Annika -dijo él con cautela.
-Es verdad, no podemos saberlo -aprobó Annika.
Se sonrieron el uno al otro.
Los escarabajos vuelan al atardecer, María Gripe.
viernes, 24 de agosto de 2012
Mi pobre Bufón.
El sonido surgió de detrás de él, un débil y ahogado juramento.
-¿Qué ha sido eso? -Saryon levantó la cabeza-. ¿Quién ha hablado? ¿Hay alguien ahí? ¿Me queréis ayudar?
Había parecido surgir del Templo.
-¿Quién hay ahí? -llamó Saryon desesperado. Con mucho cuidado para no molestar al herido que sostenía en sus brazos, se volvió hacia un lado y otro, pero las sombras del interior del Templo de los Nigromantes permanecieron inmóviles, oscuras y silenciosas como el reino que custodiaban.
¿Había sido la voz de ella? ¿Había hablado? ¡Ella amaba a Joram! Lo amaba todavía, por lo que Saryon sabía.
-¡Gwendolyn! -habló en voz baja y suave, temeroso de asustarla-. ¡Acércate a mí! Quédate con Joram mientras consigo ayuda.
Al oír la voz de Saryon, se volvió hacia él. Su mirada se dirigió a su esposo y revoloteó sobre él como las alas de una mariposa, yendo a un lado y otro sobre los tallos de las plantas marchitas. La conmoción debía de haber silenciado a los muertos, ya que el temor que la inspiraban había desaparecido. Muy despacio, empezó a ponerse en pie.
¡De repente se le ocurrió a Saryon que también ellos podían estar en peligro! ¡Lo que fura que hubiera derribado a Joram de aquella manera tan misteriosa y horrible podría estar aguardando para soltar de nuevo aquellas detonaciones que sonaban como el restallar de un látigo.
-¡No! ¡Gwen! ¡Quédate agachada! -gritó Saryon frenético y, o bien el terror y el tono perentorio de su voz atravesaron las brumas del Más Allá que nublaban su mente, o manos invisibles la sujetaron y no le permitieron erguirse. Saryon, en su agitado estado, tuvo la certeza de que había sido esto último el verdadero motivo.
Escudriñó el Templo de nuevo, luego el Jardín, los senderos, los aserrados bordes de la cima, buscando frenéticamente a su enemigo.
-No es que me preocupe por mí mismo -murmuró el anciano sacerdote, e inclinó la cabeza sobre el cuerpo que sujetaba en sus brazos, los ojos anegados en lágrimas. Aunque seguía respirando, Joram había perdido el conocimiento. Delicadamente, Saryon le apartó la negra y espesa cabellera del macilento rostro-. Estoy fatigado de esta vida, cansado de este temor, harto de las matanzas y de las muertes. Si Joram tiene que morir aquí, entonces no puedo encontrar mejor lugar para descansar.
Saryon sacudió la cabeza con rabia y reprimió las lágrimas: "¡Deja que la desesperación se apodere de ti y estás muerto, y también Joram y Gwendolyn! Tiene que refugiarse en un lugar seguro, si es que existe... ¡El Templo!". Antiguamente había sido un lugar sagrado. Quizá la bendición de Almin permaneciera todavía en su interior.
-Gwen, corre al Templo -indicó Saryon, esforzándose por hablar con voz tranquila-. ¡Deprisa, hija mía! Corre al Templo.
Gwendolyn no hizo el menor movimiento. Miraba a su alrededor con la misma expresión expectante y no parecía siquiera haberlo escuchado.
-¡Llevadla allí! -gritó Saryon apremiante a las sombras del vacío Jardín-. ¡Llevadla al Templo! ¡Cuidad de ella allí!
Era un grito nacido de la desesperación, y nadie se sorprendió tanto como el catalista cuando vio que manos invisibles ayudaban a Gwen a ponerse en pie y a mantener el equilibrio.
-¡Deprisa! -susurró, mientras esperaba lleno de temor otra de aquellas agudas detonaciones.
Llevando a Gwen con ellos, los muertos regresaron junto a él a toda velocidad. Percibió el suave murmullo de su presencia en su mejilla mientras veía cómo el vestido de Gwen revoloteaba y se agitaban sus dorados cabellos al ser conducida hasta el Templo. Cada vez que tropezaba, la sujetaban y ayudaban a seguir y, cuando empezó a desfallecer, apresuraron sus pasos. Saryon la observó dar un traspié cuando subía los nueve escalones que llevaban al interior del Templo y luego se desvaneció entre las sombras.
El catalista suspiró aliviado, era algo menos de lo que preocuparse. Y ahora, se repitió testarudo, debo conseguir ayuda para Joram, para todos nosotros. Volvió a contemplar al hombre que tenía entre los bazos, y se sintió desfallecer; la parte fría y lógica de su mente le decía que, para Joram al menos, no había ayuda posible.
-¡Debe existir alguna posibilidad de salvarlo! -gritó Saryon desafiante en dirección al cielo.
Como en una respuesta burlona, el cuerpo que sostenía se estremeció, y un gemido de dolor se escapó de sus labios. El catalista abrazó a Joram con fuerza, intentando sujetar aquel espíritu que se escapaba con cada gota de sangre.
-¡Si tan sólo supiera qué le ha ocurrido! -le gritó al vacío y frío firmamento.
-¡Diablos! -se oyó una voz débil-. ¡Ya somos dos!
Sobresaltado, Saryon apartó los ojos del cielo para devolverlos a la tierra, al hombre que abrazaba. El rostro severo de elevados pómulos y firme mandíbula había desaparecido. Tampoco contemplaba la exuberante cabellera negra con su mechón blanco, ni las oscuras y ceñudas cejas, ni los ojos castaños que ardían con aquella intensa llama interior. En su lugar, vio un rostro de edad indefinida con una barbilla puntiaguda, una barba suave y un bigote; las pupilas lo observaban con una casi cómica expresión de perpleja indignación.
-¡Simkin! -jadeó Saryon.
-En carne y hueso -aseguró el joven, respirando con dificultad-. Aunque... parte de mí... se halla... bastante ventilada. Noto... una nítida corriente... de aire... en los riñones...
-Pero ¿dónde... dónde está Joram? -tartamudeó Saryon, desconcertado.
-Aquí -llegó la severa respuesta.
Una figura vestida de blanco, la cabeza cubierta por una capucha blanca, estaba de pie junto a ellos, su mano sujetaba la Espada Arcana. Joram se arrodilló al lado de Simkin y, a pesar de que su voz resultaba dura, la mano que se posó sobre el herido era suave. De los dedos de Joram cayó, balanceándose en el aire, un pedazo de seda naranja que parecía haber sido cortado en dos por una hoja afilada.
-¡Ah, eres un chico inteligente! -exclamó Simkin con voz ahogada, un hilillo de sangre deslizándose por la comisura de sus labios-. Esca... escapaste... de mi ingenioso nudo -su cabeza cayó hacia atrás, los ojos se cerraron.
-¿Qué le ha sucedido? -preguntó Saryon en voz baja.
Joram depositó la espada en el suelo y con cuidado apartó a un lado el tejido empapado de sangre que formaba parte de las blancas ropas de Simkin, examinando las heridas del pecho. Bajó la mirada hacia las otras heridas que tenía en el estómago y sacudió la cabeza.
Simkin gimió, estremeciéndose violentamente.
La severa expresión de Joram se dulcificó. Recogió el pedazo de seda naranja, y le secó con cuidado la frente perlada de sudor.
-Mi pobre Bufón -susurró.
-¿No hay nada que podamos hacer? -preguntó Saryon.
-Nada. No sé lo que lo ha mantenido con vida todo este tiempo, a menos que sea su magia -replicó Joram.
Debería rezar, debería decir algo, pensó Saryon confusamente, aunque la idea de enviar a Simkin al cielo en alas de la oración resultaba, en cierta forma, absurda.
El catalista depositó el tembloroso cuerpo en el suelo y colocó la mano sobre la frente del muchacho. Inclinando la cabeza, murmuró:
-Per istam Sanctam Unctionem indulgeat tibi Dominus quidquid...
-Digo yo, Calvo Amigo -se oyó una voz débil y disciplente-, ¿no podríais ir a quidquid a algún otro sitio? ¡Es condenadamente molesto!
-¿Por qué lo hiciste, Simkin? -preguntó Joram con ternura.
-¡Cielos! -Simkin miró a Joram con ojos febriles-. Te has transformado... en una sombra borrosa -hizo una mueca-. Éste es un juego horrible. No me gusta... nada. ¿Dónde estás, querido muchacho? Todo... oscuro... Me asustan... las tinieblas. ¿Dónde? ¿Dónde estás...? -respiró con dificultad y la mano se le crispó sin fuerza.
Joram tomó aquella mano manchada de sangre entre las suyas y la oprimió con fuerza.
-Estoy aquí -dijo-. Y está oscuro porque llevas ese estúpido yelmo en la cabeza, el que te da una apariencia de cubo.
Simkin sonrió, relajado.
-Me gustaba... ser un... cubo. Era un especialista... además. Nunca... lo sospecharon, en realidad. De esa forma... me enteré...
-¿Te enteraste de qué?
Los ojos dejaron de mirarlo para posarse en la lejanía, en el pálido y frío sol.
-"Un mundo feliz..." ¡Te llevaremos! No a Simkin -un destello de vida, de ánimo, centelleó en sus ojos. Su mirada regresó lentamente, para clavarse en Joram-. ¡Así que... tomé tu aspecto! Hubiera constituido... una gran jugada. Hubiera ganado... la partida -un espasmo de dolor contorsionó su rostro. Sujetando la mano de Joram con las pocas fuerzas que le quedaban, lo obligó a acercarse-. De todas formas, ha sido divertido... ¿verdad? -murmuró-. "Divertido", como... dijo la duquesa d'Longville... Sus últimas palabras antes... de que su último esposo la colgara...
Una sonrisa asomó a sus labios, luego se quedó fría y rígida. La voz se apagó, la mano cayó inerte. Joram la colocó con delicadeza sobre el pecho de Simkin e introdujo el pedazo de seda naranja entre los dedos sin vida.
-... deliqusti. Amén -murmuró Saryon.
Extendiendo la mano, cerró aquellos ojos vacíos.
La espada de Joram III: el Triunfo, de Margaret Weis y Tracy Hickman.
martes, 14 de agosto de 2012
"La espada de Joram I: la Forja" (Margaret Weis y Tracy Hickman)
-¡Burlarme de su aflicción! Con éste, ¿cuántos hermanos van que han sufrido una muerte horrible? -con un resoplido de indignación, Mosiah volvió la vista hacia Simkin, quien se estaba secando las lágrimas del rostro, mientras al mismo tiempo le lanzaba una grosería a uno de los secuaces de Blachloch-. Sin mencionar el surtido de hermanas que han sido hechas prisioneras por nobles o arrebatadas por centauros, sin tener en cuenta la que huyó de casa porque estaba enamorada de un gigante. Luego, también está la tía, que se ahogó en una fuente pública porque creía que era un cisne, y su madre, que ha muerto ya cinco veces de cinco diferentes y raras enfermedades, y una vez de dolor porque los Duuk-tsarith arrestaron a su padre por conjurar ilusiones ópticas ofensivas del Emperador. Todo lo cual le ha sucedido a un huérfano al que se encontró flotando en un cesto hecho de pétalos de rosa en las alcantarillas de Merilon. ¡Es un mentiroso monumental! ¡No entiendo cómo puedes aguantarlo!
-Porque es un mentiroso divertido -replicó Joram, encogiéndose de hombros-. Y eso hace que sea diferente.
lunes, 13 de agosto de 2012
Gorda... ¿estás completamente segura?
El 60% de las adolescentes se ven demasiado gordas y sólo el 20% están satisfechas con su cuerpo. No hace falta decir que la mayoría de las que se ven gruesas no lo están. La obsesión por los michelines es uno de los complejos más extendidos en nuestra sociedad.
sábado, 11 de agosto de 2012
El amor:
La inteligencia, la belleza, el dinero, el éxito... son insignificantes mondaduras de kiwi, al lado de la fruta de la pasión.
Cuando amas, el resto te importa muy poco.
El amor transforma el ruido de los coches en melodía, la hamburguesa grasienta en un plato exquisito, el desván en un palacio real.
Cuando amas, todo es maravilloso.
Pegas un billete de metro en tu libro preferido, guardas un mechón de pelo en tu monedero, o una manoseada carta de amor bajo la almohada, pones mil fotos de él al alcance de tus ojos.
Cuando amas, te encanta pensar en el otro.
Cruzarías la ciudad a la pata coja sólo por un beso, desafiando la noche, el frío, la lluvia... para verle lo antes posible, burlándote de las miradas, de los mosquitos y de la antipatía.
Cuando amas, no te asusta nada.
Ríes por cualquier cosa, te pones a gritar en pleno parque, puedes estar días enteros sin comer ni beber, haciendo guirnaldas de flores.
Cuando amas, estás chiflada.
Tiemblas esperando una llamada que no llega, lloras por una cita fallida, temes no ser "suficiente", te da rabia cuando el reloj te indica que es hora de irse.
Cuando amas, no tienes ni un minuto de tranquilidad.
Los ojos brillan, el cuerpo se tensa, el cabello baila, la boca se entrena para besar.
Cuando amas, estás más guapa.
La intensidad de un "te quiero" vale por una vida, el sol luce incluso de noche, las preocupaciones se tiñen con un toque de humor, te pasas el día con la sonrisa en los labios.
Cuando amas, estás feliz.Sonia Feertchak.
viernes, 10 de agosto de 2012
¿Te habías parado a pensarlo?
De un modo u otro, el ser humano siente atracción -y a la vez repulsión- hacia aquello que le es desconocido o, en todo caso, diferente. Intenta alejarse, por más que le pique la curiosidad, debido a que le importa más lo que sus iguales piensen de su persona que lo que realmente quiera ésta. Está claro que nuestro "yo" interno siente unas ganas inmensas de ser diferente, de brillar entre todas las demás estrellas contaminadas que hacen este mundo cada día más soso y estúpido. Claro que... siempre estará ahí el miedo a ser rechazado por la sencilla razón de ser diferente.
"La ausencia total de humor hace la vida imposible"
Sidonie Gabrielle Colette (1873-1954)
jueves, 9 de agosto de 2012
miércoles, 8 de agosto de 2012
Happiness...
... can be found even in the darkest of times. If one only remembers to turn on the light.
Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore.
Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore.
martes, 7 de agosto de 2012
"Memorias de Idhún" (Laura Gallego García)
Fue para
mí como una chocolatina… Lo probé, sabiendo que me gustaría, y después no quise que acabara. Pero, ¿qué me quedaba? Simplemente
terminar de leer... ¿cuánto? ¿Aproximadamente trescientas páginas?
Las que fueran, el caso es que no quería terminar con la aventura.
Sería demasiado a dejar atrás, ¿se entiende? No son libros
cualquiera, no. Y ya que se me obligaba a dejarlo, ¿qué podía hacer?
Quería seguir luchando junto a ellos, viajando, sintiendo, riendo y
llorando...
Son simples personajes de libro, pero, ¿eso desde cuándo importa?
Son simples personajes de libro, pero, ¿eso desde cuándo importa?
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