La inteligencia, la belleza, el dinero, el éxito... son insignificantes mondaduras de kiwi, al lado de la fruta de la pasión.
Cuando amas, el resto te importa muy poco.
El amor transforma el ruido de los coches en melodía, la hamburguesa grasienta en un plato exquisito, el desván en un palacio real.
Cuando amas, todo es maravilloso.
Pegas un billete de metro en tu libro preferido, guardas un mechón de pelo en tu monedero, o una manoseada carta de amor bajo la almohada, pones mil fotos de él al alcance de tus ojos.
Cuando amas, te encanta pensar en el otro.
Cruzarías la ciudad a la pata coja sólo por un beso, desafiando la noche, el frío, la lluvia... para verle lo antes posible, burlándote de las miradas, de los mosquitos y de la antipatía.
Cuando amas, no te asusta nada.
Ríes por cualquier cosa, te pones a gritar en pleno parque, puedes estar días enteros sin comer ni beber, haciendo guirnaldas de flores.
Cuando amas, estás chiflada.
Tiemblas esperando una llamada que no llega, lloras por una cita fallida, temes no ser "suficiente", te da rabia cuando el reloj te indica que es hora de irse.
Cuando amas, no tienes ni un minuto de tranquilidad.
Los ojos brillan, el cuerpo se tensa, el cabello baila, la boca se entrena para besar.
Cuando amas, estás más guapa.
La intensidad de un "te quiero" vale por una vida, el sol luce incluso de noche, las preocupaciones se tiñen con un toque de humor, te pasas el día con la sonrisa en los labios.
Cuando amas, estás feliz.Sonia Feertchak.
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