sábado, 9 de marzo de 2013

Alguien dijo que los seres salvajes nunca se compadecen de sí mismos.

Mi pobre y miserable felino... que te arrastras por la lodosa y oscura selva buscando algo que no hace más que escapar a tu aguda mirada. Como cazador das lástima, aunque no valdrías ni para presa. No hay más que ver tu asqueroso pelaje, empapado de la porquería en la que te tuviste que meter con tal de sobrevivir, y que ha perdido todo el lustre que antes residía en rayas anaranjadas y oscuras.
Qué pena sienten por ti, minino... sobando, sobando, y no consigues ni una pizca de pescado. Tus famélicas patas, otrora fuertes y potentes, no son capaces de sostener tu desnutrido aunque abultado cuerpo, que tiembla de frío, miedo y odio hacia el mundo.
Y de pronto te das cuenta, horrible gatito, que todo era una mísera pesadilla en la que tu hogar, dulce hogar se tornaba el sitio más horroroso del mundo. ¿No lo habías notado? Estás enjaulado. Eres una pobre alma salvaje agazapada en el interior de una mugrienta celda de varios metros cuadrados.
Aun así, recuerda las enseñanzas de tus ancestros y revive al espíritu indomable que habita aún en ti, si es que no ha muerto con tanta humillación...
..."El tigre enjaulado rugirá con más fuerza"

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