martes, 19 de marzo de 2013

Consejos de una oruga.

Alicia y la Oruga se estuvieron contemplando en silencio durante algún tiempo. Al fin la Oruga se quitó la boquilla del narguile de la boca y le habló con voz lánguida y adormilada.
-¿Quién eres ? -preguntó la Oruga.
No era ésta precisamente la manera más alentadora de iniciar la conversación. Alicia replicó, algo intimidada:
-Pues verá usted, señor... yo... yo no estoy muy segura de quién soy, en este momento; pero al menos sí sé quién era cuando me levanté esta mañana; lo que pasa es que me parece que he sufrido varios cambios desde entonces.
-¿Qué es lo que quieres decir? -dijo la Oruga con severidad-. ¡Explícate!
-Mucho me temo, señor, que no sepa explicarme a mí misma -respondió Alicia-, pues no soy la que era, ¿ve, usted?
-¡No veo nada! -dijo la Oruga.
-Temo no poder decírselo con mayor claridad -insistió Alicia muy cortésmente-, pues, para empezar, ni yo misma lo comprendo; y además, cambiar tantas veces de tamaño en un solo día resulta muy desconcertante.
-No lo es -replicó la Oruga.
-Bueno, quizás a usted aún no se lo parezca así -dijo Alicia-; pero cuando se haya transformado en una crisálida (y eso le pasará algún día, ¿sabe?), y después, cuando se convierta en una mariposa, ¿no cree usted que le parecerá todo eso un poco extraño?
-¡En absoluto! -declaró la Oruga.
-Bueno, quizás tenga usted sentimientos distintos a los míos -dijo Alicia-; pero lo que sí sé es que yo, en su lugar, me sentiría ciertamente muy rara.
-¡Ah! ¡! -dijo la Oruga con desdén-. ¿Y quién eres ?

Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas

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