viernes, 1 de marzo de 2013

Él también es bello.

Hay un ser salvaje que ha construido su nido dentro de ti y no piensa salir. Ese animal se alimenta de tu miedo, tu desesperación, tu odio; y va dotándote de unas fuerzas ancestrales que ni tú mismo puedes controlar, aunque no te des cuenta de lo que va creciendo en tu interior. Tu mirada se torna salvaje, tus cabellos se desgreñan, tu piel se prepara para recibir cualquier impacto, tus dientes y tu boca tienen sed de sangre, tus oídos aprenden cada uno de los sonidos del bosque... y tu alma se tiñe de negro, asalvajándose y transformándose en algo que no hubieras imaginado nunca hasta ahora.
Te gusta esa sensación, te hace sentir vivo y capaz de cualquier cosa, y te lanzas a la noche en busca de toda presa incauta que se deje caer en tus garras.

Se escuchan sus huesos crujir entre tus dientes y la sangre brota a borbotones, formando un charco bajo tus fuertes patas. Desgarras, muerdes, arañas; te das un festín con este pobre animal desvalido que fue alcanzado sin quererlo por la penetrante mirada de tus ávidos ojos negros.
Y es entonces cuando alzas tu orgullosa cabeza canina hacia la luna, enorme perla solitaria y única testigo de tus crímenes nocturnos, y aúllas poniendo toda tu ansia en levantar tu voz lunática por encima del oscuro y silencioso bosque. Ese sonido desgarrador, el aullido del lobo hambriento que nunca tendrá suficiente con toda la sangre que pueda correr por su boca, es lo que escuchan todos los seres vivientes que se postran a tus pies con miedo cuando saben que los has alcanzado y no los dejarás escapar.

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