torre que desafía su poder:
¡Tenías que estrellarte o abatirme!...
¡No pudo ser!
Tú eras el Océano y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén:
¡Tenías que romperte o que arrancarme!...
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
La senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!
Gustavo Adolfo Bécquer, Rimas y Leyendas
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