No sabría decir si yo he ido a Barcelona o ha sido ella la que ha venido a mí. Esta ciudad me envuelve, me atrapa con sus dulces brazos envenenados de amores prohibidos y sueños rotos; Barcelona se apodera de mi cuerpo, mi mente y mi espíritu, y comete con ellos el Diablo sabe qué lujurias.
Aquí estoy, escuchando el viento que azota a la fuerte Barcelona; a ella no la pueden vencer los elementos, pues tiene tras de sí toda una historia secreta que cuentan susurrando las piedras de Gaudí. Barcelona no necesita de palabras para hacerse oír en los corazones de los pobres viajeros que, como yo, un día desgraciado probaron los labios de esta amante caprichosa y letal.
Barcelona pone mi nombre en boca del Dragón sin alas que vigila desde su loma la Catedral soñada por el mismo arquitecto mago; está triste, necesita de algo que a ella la repele, y su corazón sangra por ello.
Barcelona se me escapa, es una figura nebulosa en mi vida que regresa cada año para darme un beso fugaz y luego marcharse de nuevo con el viento de febrero. Barcelona es misteriosa, y creo que nadie podrá nunca desvelar todos sus secretos.
Bruma, inspiración de un amor imposible.
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