domingo, 4 de agosto de 2013

Tras mi última reverencia ante un público ciego y sordo reaparezco, soltiaria, desde las mismas tinieblas del abismo. Contraataco contra toda nueva esperanza que pueda surgir ante el retorno de esta reina que se ha vuelto malvada, dejándome llevar por los huéspedes de un valle lleno de miedo y terror del que no dejaré escapar a nadie.
Sigo en pie y me aventuro en una selva llena de criaturas extrañamente hermosas que desprenden una magia negra y pegajosa que se impregna en mi piel y hace más difícil mi camino. Pero yo conozco un truco para pasar entre todos esos encantamientos oscuros: realizar un hechizo imposible que me lleve más adentro de este lugar salvaje en el que todo tiene dos caras, todo es bipolar; nada se completa.
Me transformo en alquimista y convierto mi propio odio en oro que voy regalando a los primeros sin nombre que pasan ante mí. Pierdo mi amuleto de una suerte que derrama lágrimas de esmeralda en mi camino y me transformo en la heorína perdida con el brazo en cabestrillo de aquellos cuyos sueños ya están rotos o a punto de quebrarse.
Me enfrento a la serpiente más grande de todo el Amazonas, que se encuentra esta noche envuelto en la niebla más densa que se haya visto nunca. En un mes de septiembre perdido en los anales de la historia, a la medianoche, aparece en la bruma el fantasma del tiempo, que viene a recordarme que mi hora se acerca y he de subir al tren sin retorno que me llevará lo más lejos que ningún mortal ha viajado nunca.
Temo más a la sabiduría que al propio miedo, pues ésta me hace ver las cosas más allá, y en esa distancia se encuentra todo el horror del mundo. El viento me bautizó con su infeliz alfabeto cifrado como mitad ángel y mitad demonio, para que dentro de mí existiese una guerra eterna entre los dos polos opuestos de un mismo ser salvaje.
Soy una enorme biblioteca a punto de ser quemada, un faro de Alejandría cuya luz está extinguida para siempre, un portal a mundos lejanos que acaba de ser sellado con cemento, una catedral en la que se realizan cultos al diablo; soy una huésped en casa extraña.
Soy un ser etéreo que juega a cazar bellas doncellas en la nieve, que se sumerje en mareas desconocidas y finge que ve en la oscuridad; soy un lobo hambriento que intenta dominarse a sí mismo dentro del cuerpo humano, porque estoy maldita, soy un error.
Soy la reina de un páramo sin retorno en el que todos los elementos se mezclan y se transforman, donde la realidad se disloca y la razón se pierde.
Soy un ser extraño, y creo que ni yo misma me entiendo.

B.

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