jueves, 3 de julio de 2014

Cat among the pigeons.

-Pero la democracia... -empezó a decir Alí.
-¡Oh!, la democracia... -dijo Bob, moviendo la pipa de un lado para otro-. Esa es una palabra que tiene distinto significado en cada país. Una cosa es cierta: que nunca significa lo que los griegos quisieron, originalmente, que significara. Me apuesto contigo lo que quieras a que si te echan de aquí, algún mercader de frases retumbantes se apoderará del país, gritando sus propias alabanzas y constituyéndose en un dios todopoderoso, y ahorcará o cortará la cabeza de todo aquel que esté en desacuerdo con él en cualquier aspecto. Y, anótalo, dirá que es un gobernante demócrata... del pueblo y para el pueblo. Y es de esperar que al pueblo le guste eso también. Porque le excita. Ama la matanza, la efusión de sangre...
-Pero ¡nosotros no somos salvajes! ¡Hoy en día somos seres civilizados!
-Existen diferentes clases de civilización... -comentó Bob vagamente-. Además, yo creo que todos nosotros somos más bien un poco salvajes y nos mostramos como tales si encontramos una buena excusa para ponerlo de manifiesto.
-Tal vez tengas razón -asintió Alí, sombrío.
-Lo que el pueblo parece no querer, hoy día, en ningún país -continuó Bob-, es un gobernante que tenga una pizca de sentido común. Yo nunca he sido un muchacho con mucha inteligencia, y tú sabes esto bastante bien, Alí; sin embargo, frecuentemente pienso que eso es lo que el mundo necesita realmente: una pizca de sentido común -afirmó, dejando a un lado la pipa y levantándose de su asiento.

Agatha Christie, El gato entre las palomas

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