jueves, 17 de julio de 2014

Principios caballerescos rotos por la pasión de una mujer salvaje.

Que la diosa lo ayudara, pero ¿en qué estaba pensando? Ella formaba parte del consejo de maestros y tenía autoridad sobre él. Si sus papeles se invirtieran y fuese él quien estuviera robando besos, ella le habría cruzado el rostro con una bofetada y él habría llegado a la conclusión de que se lo tenía merecido. Así lo habían educado. En cuanto tuvo la edad suficiente para comprender que los chicos y las chicas eran distintos, le habían enseñado que debía ofrecer el brazo, inclinarse, comportarse como un caballero. Los caballeros se limitan a adornarlo todo, a ponerle una pátina brillante a todo. Aysha hacía añicos su caballeresco código suvaeano como la traca de petardos que revienta el cristal de una ventana.

Elspeth Cooper, Bajo la hiedra

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