miércoles, 23 de julio de 2014

Podrás deslizarte ante mis ojos besando a chicas guapas con tu varonil elegancia,
podrás desvanecerte entre mis manos cada vez que, ingenua, creo que he conseguido atraparte; 
podrás mirarme desde el cielo mientras sobrevuelas las nubes sosteniendo tu tridente de marfil,
y podrás vivir una vida sin humillación, digna de un varón hercúleo de madurez superior a la media, sin inmutarte lo más mínimo.
Podrás hacerme chocar con mis recuerdos,
pelear con mi reflejo en un maldito espejo de cristal,
robar corazones ajenos cuando lleve puesto mi disfraz de reina oscura,
e incluso tiritar de miedo ante tu amenazante figura de semidiós recién salido del Olimpo.
Pero lo que nunca conseguirás, estimado señor de la cruel niebla, es arrancar de mí este trozo de Simona que llevo incrustado en mi interior, como si se tratase de un segundo corazón.

B.

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