miércoles, 13 de febrero de 2013

Cuando la melancólica rutina te atrapa entre sus garras y atraviesa tu maltrecho corazón a puñalada limpia, crees que nada volverá a ser lo mismo que hace unos cuantos años. Agachas la cabeza y te tragas tu fuerza y tu orgullo por estar en mitad de una sociedad acomplejada. Tu hormonada mente se da cuenta de que se encuentra en un lugar donde a diario hay conflictos, en un grupo de gente con la que le resulta cada día más tedioso congeniar. Las personalidades entrechocan, creando explosiones multicolores que dañan los ojos de cada uno e impiden ver con claridad.
Y cuando estás a punto de gritar para soltar toda tu rabia, miras a tu alrededor con detenimiento y tus músculos se relajan. Tu temperatura corporal va volviendo a la normalidad y recuperas la cordura poco a poco. Te percatas de lo rápido que ha pasado el tiempo, de lo poco que te queda en esa manada... y de que no hay marcha atrás. Sabes, de pronto, que echarás de menos las sonrisas de confianza, el calor de esos cuerpos, el olor de cada persona en particular, el sonido de sus voces tanto juntas como por individual... En resumen, unos años de convivencia que han valido no sólo para hacer que te encierres en ti misma durante todo ese tiempo, sino para que también, cuando ya no puedas tenerlos a todos cerca, valores mucho más su amistad.
Verás con mucha más claridad que antes esa explosión de color provocada por el choque de los caracteres... en tus recuerdos. Y sí, querida, la echarás de menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario