Después de varios meses actualizando de forma más o menos periódica este pequeño apartado en Internet con mis deliberaciones de escritora en bruto y algún que otro fragmento significativo de libros que no parecían serlo, me cuestiono el por qué de "Tierra de Nadie". ¿De dónde sacaría yo ese nombre tan... extraño? Habrá quien lo tache de cursi; otros, de altisonante; también habrá que lo vean misterioso. Yo no sé cómo verlo, aunque quizás este texto me ayude a mirar mejor mientras escribo y, cuando acabe y ponga el punto final, tenga ya mis pensamientos más organizados que hace un rato.
"Tierra de Nadie" son tres palabras que, en conjunción, me llevan a pensar en bosques y praderas irlandeses cargados de magia celta; el cálido sol acariciando las matas y los animales danzando al son de la silenciosa música que hace acto de presencia junto a la Madre Naturaleza en su estado más puro.
Pero "Tierra de Nadie" no tiene por qué ser sólo algo real. La Tierra de Nadie también se puede encontrar, como su nombre bien indica, en un lugar que no tiene gobierno ni mandato. Un lugar donde reina la anarquía, donde los sentimientos son la única ley, donde todos los elementos son distintos entre sí. Un lugar salvaje, cargado de sensaciones y con cierto toque imaginario que no lo hace sino inmortal por el mero hecho de pertenecer al fabuloso mundo de las ideas y la originalidad, del arte puro.
Un lugar indómito, "de nadie".
Un lugar, quizás, como mi propio corazón.
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