Tiras de mí y me arrastras hacia un agujero sin fin en el que no debo caer, pero yo necesito verte y quiero rozar tu piel para tener la certeza de que estás ahí, de que hay algo tangible más allá de esta niebla que me rodea.
Yo camino a ciegas, creyendo que esto será bueno para mí, que un cambio me hará bien, pero no puedo estar más equivocada. La ironía es que lo sé, y aún así permanezco en pie esperándote, atenta a cualquier señal de que tus ojos felinos me escudriñan en la oscuridad con un gesto más allá de lo puramente hostil.
Eres un mal camino, un error en mi vida, una decisión para nada acertada, pero ¿cómo salgo de ti? Si ni yo misma soy capaz de cuidarme sola, ¿quién vendrá a salvarme de tus huesos, veneno de mi espíritu, traición a mis principios?
Me cuesta respirar, me estoy ahogando en tu negrura, y aún así sigo intentando salir a la superficie... aún cuando el petróleo de tu alma está corrompiendo mis débiles pulmones.
No veo más allá del pecado mortal de tus ojos, y quiero atravesarlos con mis garras, pero siento que necesito perderme en tu mirada... y entonces me quedo en ella, crucificada por tu alma, torturada por todo tu ser.
Echo de menos esa época en la que no existías, pero no puedo imaginarme un mundo en el que no mire a un lado y espere verte aparecer de golpe y porrazo. Realmente me gustaría volver a ese tiempo en el que era consciente de mi plena fuerza... pero seguro que no sabría lo que es el deseo, o el cariño, o incluso el odio.
Eres un sacrificio, un hálito de vida impura dentro de la muerte más plácida, un haz de luz roja en un camino bañando por la suave luz lunar; me llamas, me atraes irresistiblemente, me gritas que corra hacia ti sin importarme todo lo demás...
Pero ¿qué será de mí después?
B.
Increíblemente intensa, y, por desgracia, muy cierta (según en qué situaciones). Buenísima.
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