lunes, 4 de noviembre de 2013

Hoy soplo las velas con mis lectores en esta tarta virtual.

Hoy, este día gris y monótono que se cierne como cualquier otro lunes sobre la pequeña Comarca del Poniente, es mi cumpleaños. Se me hace raro saber que a partir de ahora me preguntarán y tendré que decir otra cifra distinta a la que me correspondía ayer, pero supongo que habrá que acostumbrarse. Es lo que toca.
Para mí ha sido un año extraño: adornado muchas alegrías y unas cuantas desilusiones, pincelado aquí y allá por sueños rotos y otros en proceso de cumplirse, sombreado en los bordes con una pizca de rabia desengañada y coloreado casi en su totalidad con risas y energía. Un año, como ya he dicho, extraño, aunque ¿cuál será el año en el que no diga chorradas de este tipo?
Ha sido, a fin de cuentas, un año más para conocerme y conocer a los que me rodean, para batallar contra mí misma cada mañana, para intentar hacerme un hueco en las vidas de los que ya se han instalado en la mía y para comerme el coco día y noche acerca de qué va a suceder el siguiente año.
Ha sido un año dedicado a eliminar complejos -y desarrollar inintencionadamente otros pocos-, a aprender, a valorar la vida y a sonreír. Sonreír mucho, o al menos intentarlo.
También he llorado un poquito... pero muy poco.
He hecho muchas cosas, y en este que llega haré las que me han quedado sin hacer. Porque, digan lo que digan sobre el tiempo, la adolescencia, la juventud española, los extraterrestres o lo que se quieran inventar, el cuatro de noviembre es un día genial para cumplir quince años.
Porque lo digo yo, ¡y punto!
Saludos y un abrazo de tigre para todos.

B.

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