sábado, 4 de enero de 2014

Celta.

"Pues como bien saben los druidas, son las creencias de la Humanidad las que configuran el mundo y la realidad" -Marion Zimmer Bradley, Las nieblas de Avalón

Quizás no debería ponerme a escribir esta entrada en un momento de sensiblería tal que lo único que me apetece es meterme debajo de una piedra y llorar como una posesa, pero es lo que toca y se supone que mis lectores, sean quienes sean, esperan su texto con su frasecita, su canción y su imagen. Y yo se lo doy, por muy fuerte que sea la tempestad dentro de mí.
Lo cierto es que la palabra celta no se refiere directamente a esta séptima parte de mi yo interior que pongo hoy por escrito, pero sí es la que mejor lo representa por sus giros léxicos.
Cuando digo celta no sólo me refiero a una tribu que se expandió por el viejo continente y que dejó como legado cuatro piedras y unas cuantas leyendas más; cuando mi boca paladea esa palabra mi mente viaja lejos, allá donde las culturas y los tiempos se cruzan y donde no existe otra cosa que el espíritu de la Humanidad, que en este caso ha tomado forma de gentes pelirrojas de pieles claras que se asentaron en una tierra verde hoy conocida como Irlanda.
Supongo que se nota descaradamente que estoy hablando de una cosa que no sé, puesto que ni soy historiadora ni he leído lo suficiente como para afirmar con certeza lo que hizo o dejó de hacer esa gente, cuáles eran sus costumbres y qué legado han dejado a la Humanidad. Pero me considero con el suficiente derecho a llevar un triskel colgado al cuello y a autodenominarme, dicho de forma cursi, espíritu celta porque vivo enamorada de esas tierras, de sus bosques, de sus lenguas y de todo lo que puedan transmitir, ya sea en forma de leyenda, canción o talla de piedra.
Si hoy supiese que voy a morir mañana sólo pediría que mis cenizas se esparciesen en uno de esos hermosos bosques verdes preñados de misterio y leyenda donde lo que parece cierto no lo es y lo que a simple vista es imposible demuestra finalmente ser lo contrario.
Palabras en boca de un ser de la selva que un maldito día se enamoró del bosque.

B.


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