martes, 29 de abril de 2014

Nota para el viajero.

De todos los viajes que podemos hacer, aquéllos que nos llevan a lo desconocido pueden ser los más absorbentes. No sólo la música me escogió a mí (en lugar de yo a ella), sino que el camino de los celtas me atrajo, primero hacia Irlanda, y después más allá, hacia España, Marruecos, Turquía, China, Mongolia, Grecia y otros lugares lejanos. Esta retrospectiva, The Journey So Far, es simplemente eso: instantáneas musicales de un viaje que aún no esta completo... y puede que nunca lo esté. Y como muchas instantáneas, estas canciones reflejan los numerosos lugares exóticos y de riqueza cultural que he visitado, y toda la gente generosa, con talento y aventurera que me ha enriquecido a lo largo del camino. Todos nosotros somos peregrinos de muchas clases, venimos de diferentes confines, compartimos el camino durante un tiempo y de una forma tan rica que sólo podemos preguntarnos hacia dónde nos guiará desde aquí.
Espero que esta música inspire a muchos de vosotros en vuestros propios viajes y reflexiones hacia quién sabe dónde. Gracias por compartir mi camino.

Loreena McKennitt


lunes, 28 de abril de 2014

Quien desee saber acerca de la tercera hija, que lea el libro. ¡Sorpresa!

He tenido cinco hijos varones, y no me quejo de ellos, pues conozco mucho peores. El que más o el que menos es robusto, aceptablemente valiente y moderadamente insensato. Pero he tenido tres hijas, mal que me pese y no sea bien visto, lo cierto es que ganaron mi corazón. La mayor, mi queridísima Liliana era alegre, robusta y llena de energía. Acaso un poquito excesiva, tanto en carácter como en temperamento, pero jamás hubo otra muchacha más llena de vida en toda la tierra que alcancen mis ojos. ¡Ah, sí, mi hija Liliana hubiera podido ser el mejor de mis caballeros...! Pero nació mujer y hubo que reprimir sus dotes, su fuerza y su inteligencia. Despertaba temor entre sus posibles pretendientes puesto que no era una doncella como las que estaban acostumbrados a tratar. Sin embargo, un día, el conde de Nores, un joven respetable y honrado, la vio y se prendó de ella. No era mal partido, y más aún teniendo en cuenta la escasa dote de Liliana, así que la casé con él. Sé que tu hermana lloró durante toda la noche en que le comuniqué mi decisión, pero creo que ésa fue la última vez que lo hizo. Y yo también he llorado a veces, porque, al salir de cacería por nuestras tierras, echo de menos su alta e imponente silueta en lo alto del torreón diciéndonos adiós y deseándonos suerte. Y en cuanto a Sira, mi segunda hija, poco futuro le aguardaba. Además de menuda y poco agraciada, había aprendido a leer y a escribir, y eso la convertía en una contestona bastante irascible y molesta. Nunca hubiera podido casarla correctamente, así que decidí ingresarla en el convento de las Damas Grises, donde, a buen seguro, llegará a convertirse en abadesa con el tiempo.

Ana María Matute, Aranmanoth

"Oh Musa, cuéntame de aquéllos que viajan a lo largo y a lo ancho"

"We wondered where our god was
In the face of so much pain
 I looked up to the stars above
To find you once again"
(Loreena McKennitt, Beneath A Phrygian Sky)

Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos en su navegación por el Ponto, en cuanto procuraba salvar su vida y la vuelta de sus compañeros a la patria. Mas ni aún así pudo librarlos, como deseaba, y todos perecieron por sus propias locuras. ¡Insensatos! Comiéronse las vacas del Sol, hijo de Hiperión; el cual no permitió que les llegara el día de regreso. ¡Oh diosa hija de Zeus!, cuéntanos aunque no sea más que una parte de tales cosas.

Homero, La Odisea

domingo, 27 de abril de 2014

Dentro de cada uno de nosotros se esconde un titán que está furioso.


Melancolía de Simona la viajera.

Lo peor de los viajes es, para mí, el trayecto de regreso al hogar. 
Cuando sales de tu tierra para adentrarte en los secretos de otra desconocida, dejas atrás tu corazón, tus orígenes, casi todo aquello que te importa y que quieres, para sustituirlo durante un determinado período de tiempo por otras nuevas sensaciones, olores, sonidos, colores, vistas. Te dejas llevar, te impregnas de la esencia de ese lugar que antaño desconocías y que ahora te parece tan real y tan vívido que lo tocas con tus propias manos, porque estás ahí, dentro del escenario, siendo protagonista de tu propia obra maestra.
Pisas unas piedras sobre las que han caminado otros tantos billones de personas, y te preguntas cuántas historias serían capaces de relatar esas rocas, esa tierra, esa naturaleza que tantos rostros han visto pasar en su espera impasible del fin que a todos nos debe llegar.
Y entonces, cuando ya te sentías parte de ese escenario en el cual se representaba una pieza en lengua extranjera, toca regresar a la tierra natal. Y no se trata de un regreso instantáneo, de un abrir y cerrar los ojos tras el cual te encuentras de vuelta aspirando el olor familiar del sol de verano, sino que debes recorrer el trayecto a su debido tiempo, desandando poco a poco el largo camino andado para llegar hasta ahí. Es en ese trayecto cuando se te va despegando ese olor que de forma casi natural habías adquirido en tu papel de viajer@, pero ya no puede ser sustituido por el de tu propia tierra hasta que no se te pase ese aire de extranjería que te deja el corazón tan extraño y dolorido durante quién sabe cuánto tiempo.

Bruma.


jueves, 17 de abril de 2014

El espíritu de mi tierra plasmado por una escritora de la Galia.

Una muchacha acababa de levantarse de una mesa vecina y empezaba a declamar con voz ronca un poema español. Se hizo un gran silencio y todas las miradas se posaron sobre ella. Aun sin comprender el sentido de las palabras, uno se sentía sobrecogido hasta las entrañas por ese acento apasionado, por ese rostro que un ardor desfiguraba. El poema hablaba de odio y de muerte, quizá también de esperanza, y a través de sus sobresaltos y de sus quejas, era la España desgarrada la que se hacía de pronto presente en todos los corazones. El fuego y la sangre habían arrojado fuera de sus calles las guitarras, los cantos, los mantones abigarrados, las flores de nardo; las casas de baile se habían derrumbado y las bombas habían reventado los odres hinchados de vino; en la cálida dulzura de las noches rondaban el miedo y el hambre. Los cantos flamencos, el sabor de los vinos que embriagaban, no eran más que la evocación fúnebre de un pasado muerto.

Simone de Beauvoir, La invitada

miércoles, 16 de abril de 2014

Buf...

Sí, si yo sé que esto no es lo mío, que para tipos duros está la vida llena y no hay necesidad de pervertir la aparente calma asiática de este blog... Pero es que esta tarde, en este momento, necesitaba desesperadamente esta canción. Que nadie me pregunte el por qué, ya que ni yo misma lo sé. A veces solamente hay que dejarse llevar por las necesidades y satisfacerlas, porque así, quizás, nos encontraremos más agusto con nosotros mismos...


Relato de una mujer de los fiordos.

Hay un sendero que penetra en el bosque, procedente de un recóndito lugar.
Se trata de encontrar el sendero, luego el cuerpo te puede acompañar.
Pasar árboles, flores y hormigueros, hasta llegar a un viejo castillo,
en el castillo hay tres damas, delicadas y con mucho brío.
Esperan y esperan al príncipe, quién sabe si alguna vez llegará,
cantan una canción mientras esperan, el tono melancólico será.

Hanne Ørstavik, Amor


Palabras de una reina oscura.

Una libélula de plata voló, dulce, hasta mi mano, y allí se posó. Yo la contemplé extasiada, con el convencimiento de que en el brillo de sus alas de seda podría resumirse todo el secreto del universo.
La libélula revoloteó a mi alrededor, caprichosa, jugando a acercarse a mi pelo pero siempre guardando una distancia prudencial para cuidar su delicado cuerpecillo.
Pero un día la libélula se marchó. La lluvia trajo consigo el agua, y el agua y la oscuridad no le gustaron a mi libélula plateada. Elevó sus preciosas alitas hacia el sol, hacia un clima mejor, y me dejó en el mismo lugar en el que antes había posado mis ojos sobre ella.
Así pasó el tiempo... y un día la libélula regresó. Pero yo ya no era la misma. Me había acostumbrado a la fealdad del mundo, y la belleza sutil de mi pequeña libélula de plata no tenía cabida en mis endurecidos ojos. El amor que antes me había llenado el corazón estaba ahora seco, mustio; las lágrimas que derramé al ver a mi libélula se congelaron al resbalar por mis mejillas.

Bruma.


martes, 15 de abril de 2014

En boca de Simona.


Todavía no alcanzo a entender cómo fui capaz de atravesar aquellos cuatro años sabiendo que Mow estaba vivo. Los primeros meses pasaba la mayoría de las noches dando vueltas por mi cama, acariciando a Julius y hablándole de todas las cosas que no le podía contar a nadie más. Él clavaba en mí sus ojos verdes, relucientes en la oscuridad, y me observaba con el brillo de inteligencia y comprensión que nunca vislumbré en los ojos del dúo de raros.
Tras pensarlo un tiempo, decidí no contar a nadie lo que había descubierto acerca del Heredero, ni siquiera a mis padres. Sería ponerlo en peligro y, aunque mi deseo más ferviente era que alguien lo buscara y lo trajese de vuelta –o ir yo misma a su encuentro-, la lógica me decía que debía velar por su seguridad. Pero algo en mí se desgarraba sólo de pensar cuánto podría tardar… si es que alguna vez lo volvía a ver. Al fin y al cabo, ¿qué le quedaba aquí, en el Imperio? Seguro que ni los cadáveres de sus padres, pues habrían sido quemados. Estaría en algún otro lugar, haciendo una vida nueva; conocería a alguien especial que calmase su dolor y le ayudase a sobrellevar la pena, tendría hijos, los vería crecer y sería un hombre nuevo. La libélula de plata encontraría un nuevo cielo en el que volar. Y la mosca de piedra no podría seguirla ya, por mucho que le doliese.


Bruma, relato surgido de la nada.

lunes, 14 de abril de 2014

"...beloved gaze in the thine own heart..."

Y por fin sintió que se reencontraba con aquel bosque oscuro y apretado que aún vivía en su corazón sin que él lo supiera, un bosque poblado de misteriosas criaturas que alguna vez, años atrás, fueron nombradas en voz baja por las sabias mujeres. El bosque le devolvía la frescura de la infancia que regresaba ahora a su memoria. Y a la vez le trasladaba a una lejana paz que parecía restituirle a los confines de alguna muerte o algún renacimiento desconocidos.

Ana María Matute, Aranmanoth


viernes, 11 de abril de 2014

Cruel desengaño.

-Llora todo el tiempo -Javiera miró a Francisca con aire triste-. Sin embargo, no es su culpa. ¿Cómo se puede echar a una persona de un país porque está hecha de una manera o de otra? No hay derecho.
-Los gobiernos tienen los derechos que toman.
-No lo comprendo -dijo Javiera en tono de crítica-. ¿No hay acaso ningún país donde uno pueda hacer lo que le da la gana?
-Ninguno.
-Entonces habría que irse a una isla desierta. 
-Hasta las islas desiertas pertenecen ahora a alguien. No hay salida.

Simone de Beauvoir, La invitada

jueves, 10 de abril de 2014

Se busca tigre que necesite una tigresa.

Quiero un tigre que entre en mi vida para ayudarme a ver mejor en la oscura noche de la selva. Que ruja conmigo al viento y me cure las heridas de guerra que me hizo esta cruel jungla en la que vivo.
Que mire mis defectos como nimiedades al lado de mis virtudes, y que me sonría con sinceridad.
Que devore libros y pase horas enteras hablando de ellos conmigo, que vea magia donde el resto del mundo sólo ve monotonía y que sepa escuchar. Que su forma de andar me vuelva loca, y que su nariz roce la mía en los momentos más inesperados.
No tiene que ser el tigre más grande, ni el de rayas más hermosas, ni el mejor cazador. Simplemente un tigre que, como yo, salga de su cueva a mirar las estrellas y a soñar con otros mundos.

B.


miércoles, 9 de abril de 2014

Larga vida a los ceporros integrales.

El padre de Matilda tenía una espléndida cabellera negra, que peinaba con raya en medio, y de la que se sentía extremadamente orgulloso.
-Un buen pelo -le encantaba decir- significa que hay un buen cerebro debajo.
-Como Shakespeare -comentó una vez Matilda.
-¿Como quién?
-Como Shakespeare, papi. 
-¿Era inteligente?
-Mucho, papi. 
-Tendría un montón de pelo, ¿no?
-Era calvo, papi. 
A lo cual, el padre respondió con brusquedad:
-Si no sabes decir cosas sensatas, cierra el pico.

Roald Dahl, Matilda

martes, 8 de abril de 2014

Esta Simona no tiene filósofo que la quiera.

Y aquí se mantiene una, cianuro en boca, hecha polvo a pistoletazos, deseando la muerte pero con demasiado miedo para llamarla de verdad.
Alrededor de mi cuerpo estallan fuegos artificiales conforme camino, tratando de prender fuego a mi ropa; yo no me amilano.
A veces me gustaría inmensamente chillar, salir corriendo, llenar con fuego ese vacío oscuro que tengo dentro.
Cada día día tengo la impresión de que no me entienden: me levanto con la intención de comerme el mundo y me acuesto convencida de que algo falla, algún resorte se ha oxidado o no encaja en su lugar.
Ya no hay espacio para la rabia, y se supone que ella sabe hacerse hueco mejor que nadie.
La vida me hace una operación a corazón abierto y yo me niego a permanecer anestesiada.
Veo el mundo a través de unas gafas verdes, cantando un réquiem acompañado, raro, de una guitarra clásica.
Mi vida entera es una ironía.

B.

viernes, 4 de abril de 2014

Todo empieza con una necesidad ciega.

Al principio necesitas algo, no sabes qué, y lo buscas desesperadamente hasta que crees hallar, en cualquier lugar, el estereotipo de perfección humana. Comienzas a soñar, a formar castillos en el aire dentro de los cuales se encuentra tu paraíso propio, colmado de felicidad y pleno de deseos cumplidos. 
Sin embargo, cuanto más vuelan tus sueños, más bajo caes después. El golpe duele a rabiar, y lloras, y pataleas, y gritas, y te preguntas por qué, qué hiciste mal, qué falló en esos preciosos esquemas con florituras y trazos de tinta rosa en los que resumías tu vida para los restos de los restos.
A esa caída sigue un período de caminar a ciegas por el fango. Te revuelcas en tu propio dolor y tanteas la oscuridad, a ver si deja de ser tan opaca. No consigues nada... ¿o sí?
Con un poco de suerte, encontrarás un clavo ardiendo al que asirte, que luego se irá enfriando y dejará de doler, aunque te quede la quemadura. Comenzarás a escalar, y de ese clavo pasarás al siguiente, y al que irá después; así hasta que salgas de la sima al fondo de la cual os encontráis tú y tus sueños rotos.
Esa escalada cada vez será más fácil: clavos cada vez más grandes que se convertirán en verdaderos escalones, recovecos en los que refugiarse de la lluvia que acabarán siendo verdaderas habitaciones; infinidad de detalles que irán mejorándose conforme subes hasta que, de pronto, alcances la cima.
Y te encontrarás fuera del barranco. Serás libre. Y verás que hay muchas otras posibilidades por las que apostar, porque aunque ese barranco con esas habitaciones -e incluso ese fango- sea familiar... nunca prometiste que lo darías todo por una causa que desde el principio estaba perdida.

B.



miércoles, 2 de abril de 2014

Little evil lady writer.

Señorita escritora que jugando a los dados ha sacado un siete, pero del revés. Burlona, toma en sus manos los hilos de un teatro de guiñol y lo maneja a su antojo: un movimiento de caderas acá, una mirada clave aquí, un encuentro no tan desintecionado por allá... Todo con el único propósito de llamar a los cuervos a que revoloteen sobre ella.
Señorita escritora que no resultó ser tan buena persona como parecía. La primavera, que la sangre altera, inyecta azúcar puro en su cerebro calculador.
Señorita escritora que no se corta un pelo cuando le interesa. Juguetona, felina, cual tigresa por la selva, persigue a sus presas para jugar un poco con ellas antes de matarlas. ¡No hay que fiarse de esta señorita escritora, no, señor!
Señorita escritora que con pluma y papel cuenta todo lo que no pudo decir su boca de margaritas envenenadas. Palabras pulcras, enjoyadas y hermosas, que valen menos de lo que parecen valer.
Señorita escritora que fuma un cigarrillo con parsimonia mientras mira pasar el mundo a través de su ventana. Las noches se suceden una tras otra; en cada una se ve un rostro diferente, pero ninguno permanece en el recuerdo. Todos caen en el olvido de esta cruel señorita escritora.
Señorita escritora cuya vida no es más que una farsa, uno de los muchos cuentos de dragones que nacen cuando su bolígrafo revolotea sobre el papel. Su tinta es la sangre de aquéllos que la inspiraron para crear este arte maldito, marcado con su esencia.
Señorita escritora que por muchas caras que vea, por muchos filósofos que la amen, siempre permanecerá cerrada, escondiendo la perla que hay dentro de su cascarón. Y es que la dulcemente cruel, hermosamente vil señorita escritora, para su propia maldición, se niega a alejar su corazón del señorito emperador.

B.