martes, 18 de septiembre de 2012

Felicidad.

Felicidad, que surges de mil maneras distintas y en muchos puntos de mi ser, calándome hasta la médula y, dures lo que dures, dejas siempre una huella imborrable que no puedo contemplar cuando el llanto empaña mis ojos.
Felicidad, que no tienes definición exacta, pues en cada uno de mis cercanos te presentas como quieres: un cosquilleo en el estómago, un leve rubor en las mejillas, un suave aceleramiento de los latidos cardíacos, una sincera sonrisa cargada de brackets, alguna cálida mirada que atraviesa unas gafas... Haces acto de presencia siempre que el ser humano te lo permite.
Felicidad, placer del alma por excelencia, hemos de tenerte siempre presente. Lo mismo da la forma en que te muestres, el lugar del que procedas o el momento en el que nazcas.
Felicidad, cordial regalo del destino, eres para mí la más sutil e importante de las emociones... pues conllevas que quien te sienta conviva bien con todas las demás.
Gracias, felicidad.


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