La señora Coulter no se instaló en su silla, sino que se sentó junto a Will en las rocas cubiertas de musgo a la entrada de la cueva. Hablaba con voz tan dulce y sus ojos mostraban una sabiduría y una tristeza tan profundas, que Will sintió más desconfianza aún. Intuía que cada palabra que pronunciaba aquella mujer era mentira, que cada gesto ocultaba una amenaza y cada sonrisa enmascaraba una intención engañosa. Bueno, pues él también la engañaría, le haría creer que era totalmente inofensivo. Will había logrado engañar a todos sus maestros, a todos los agentes de policía, a todos los asistentes sociales y a todos los vecinos que habían mostrado interés en él y en su hogar; se diría que había estado preparándose toda su vida para este momento.
"A mí no me la das con queso", se dijo.
La Materia Oscura III: el Catalejo Lacado, Philip Pullman.
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