Mi vida se divide en dos mitades: antes y después de la ceguera de Luis. Que una parte abarque diecinueve años y la otra cinco meses no cambia nada. Sé que se trata de una frontera, que la he cruzado y que nada volverá a ser como antes. No soy el padre Flanagan tratando de hacer entrar en vereda a Mickey Rooney en La ciudad de los muchachos. Lo mío es bastante más complejo; pero si no es una vocación se lo parece. No, no creo estar interpretando una película, querida mamaíta, y mi pasión por el cine no te autoriza siquiera a insinuarlo. Maggie Smith ganó un Óscar con una soberbia bofetada en Los mejores años de Miss Brodie, pero, claro, aunque seas absolutamente impertinente, tú eres mi madre. Es impensable, pues. Y, por favor, no me mires con esos ojos de me-das-lástima-pequeña-pero-qué-sabrás-tú, porque los años que me llevas no confieren sabiduría por sí solos, como salta a la vista, y en cuanto a darte pena eso se arregla con media docena de pañuelos (¡qué bendición de Dios una madre que no llore!, pero mulierem forten quis inveniet?, que si no recuerdo mal dice la Biblia). Soy mayorcita, sí, y por eso mismo sé bien lo que me hago, aunque tú no lo creas. Y de clausura, nada. En primer lugar, ¿no eras tú quien me hablaba por activa y por pasiva de ser mujer de su casa? Y, en segundo, en la "celda" de Luis estamos sólo con el cuerpo, porque te asombrarías de saber a qué mundos nos lanzamos. No, mamá, permite que me adelante a tus sospechas (porque lo son, no pretendas negarlo), cuando digo cuerpos... Ah, claro, no quieres que siga, ya comprendo; pero mira por dónde, tenemos cuerpo, es un hecho, y un cuerpo que madura, ¿comprendes?, porque los padres como tú querrían por hijos a unos seres asexuados, como los muñecos. Todos Peter Pan negándose a crecer. No, no son tonterías lo que digo, y si te marea tanta divagación, lo lamento, pero es inevitable (¿nunca te has parado a pensar en el absurdo de que los muñecos que se dan a las niñas carezcan de sexo definido o lo obtengan solamente de la ropa que visten?, ¿a quién se trata de engañar?). Soy hija, eso es verdad, pero no desnaturalizada, sino todo lo contrario, naturalísima y sincera. Pues si te escandalizo, empieza por no sacar el tema. ¿Que no? Bueno, lo tuyo es insinuarlo, eso es muy cierto, sólo que yo soy amiga de llevar las cosas a sus últimas consecuencias. No desorbito nada; más bien diría lo contrario, que eres tú quien lo saca todo de quicio (¿pues si sabes que es imposible discutir conmigo, por qué lo haces?), al fin y al cabo yo preguntaría, ¿quién incordia a quién? Ya sé que eres mi madre (bastante desgracia tengo, pero, no temas, que esto no lo diré) y que me pariste con dolor, me criaste con lágrimas y que harías cualquier cosa por mí. No, si no lo pongo en duda; darías la vida, lo sé; pero no harás lo único que quiero que es que te calles. Figúrate qué fácil (¡si supieras cómo odio que me vengas a hablar con todos los rulos puestos!, pero me callo, no te digo nada, no protesto). No, no sube él porque aquí está toda la tropa. Sí, tengo mi cuartito, ya lo sé, pero ¿qué quieres?, es como si me hubierais puesto una puerta giratoria, ahora uno, ahora otro. Habría que oírte si cerrara por dentro, mamá, que te conozco. Mira, no te mezcles, ¿de acuerdo? En efecto, lo de tía Nieves vamos a dejarlo a un lado. Es un conflicto entre ella y yo. ¿Qué te afecta? (de sobra sé que sois cómplices, que vais de la mano en esto, no me vengas a mí con esa bronca). Pues a la abuela no parece disgustarle y la abuela siempre fue como la brújula de toda esta familia. Ah, no; no voy a permitir que juegues sucio. ¿Así que de la noche a la mañana la abuela es víctima de la sensibilidad? ¿Qué te parece si subo y se lo digo? (pero qué tonta eres, ¿tan mal me conoces?, descuida, no lo haré). Es la mujer más lúcida del universo y tú lo sabes igual que yo. ¿Crees que no me doy cuenta de cómo enmudecéis todos ante ella? Y no será porque os infunda miedo, ya que es tan inofensiva como fuerte. ¿Que vamos a dejarlo? Por supuesto, ¡mamá, si no deseo otra cosa! (no has llorado esta vez y eso te lo agradezco, ya ves tú).
Una noche, un puñal, José Luis Martín Vigil.
No hay comentarios:
Publicar un comentario