Habitación de dormir. Interior, noche. Blanca, tipo heroína, pongamos en Violette Nozière de Chabrol, acuclillada en la cama, mientras su madre perora desde la puerta sobre la que se apoya, intenta tener paciencia al tiempo que disimula el júbilo interior. Focos a tope (la mano de la génitrix ha tenido buen cuidado de encender todas las luces). Ninguna música en la banda sonora que sólo registra el rollo monocorde de las madres en plan a-mí-tú-no-me-engañas. Dos cámaras; ningún truco, planos alternativos de la mamá y la niña, aquélla un tanto desencajada, ésta hermética. Magnífica dirección de actores.
-La comedia de arriba te ha salido perfecta; pero yo no soy tan inocente como tu padre. ¿Qué pretendes? Di que transijo por respeto a la abuela, que cada día está peor de la cabeza; llámalo esclerosis, que de otro modo no se explica, y, claro, hay que tener la fiesta en paz con ella. Ahora bien, yo te conozco, Blanca, y te lo digo por si no te has dado cuenta, que eso sería lo mejor que cabría decir en tu favor; tú estás jugando con tu primo. Luis es sólo un capricho para ti. Pues bien, juega con fuego y acabarás quemándote. La ceguera ha hipersensibilizado a este muchacho. Se agarrará a ti como una lapa y cuando te hayas cansado y pretendas meter la marcha atrás ya será tarde, te lo aviso. Lo harás, sí, porque tú pasas por encima de cualquiera, que me pregunto si tienes corazón; pero no sin destrozar el de tu primo. ¿Llamas amor a eso?
(Escucha, mamá, no emplees tácticas conmigo, no me vengas con cortinas de humo que para mí son transparentes; ¿dices que me conoces?, pues yo a ti no te cuento. Somos viejas amigas, ¿no es verdad?, nos sabemos de memoria; pero yo te puedo dar muchas sorpresas, mi edad aún es cambiante, como dicen los psicólogos, la tuya en cambio, no. No es Luis quien te preocupa, su delicado corazón. A ti lo que te jode es confesar a tus amigas que tu hija Blanca se casa con un ciego, ¿verdad que sí? No te lo digo por respeto, ya ves, y para que tu monólogo no acabe a gritos, porque...)
-... Cualquier día, el día menos pensado, que puede ser mañana y puede ser dentro de cuatro meses, conocerás a alguien por ahí, alguien sugestivo con cuatro ideas en la cabeza y, por supuesto, dos ojos para toda la vida, y se abrirán los tuyos, que pareces ser tú la ciega y no tu primo. Y eso lo sabes en el fondo igual que yo. Que tú no tienes vocación de institutriz, de mujer de su casa, de cuidadora de niños. ¿En qué quedamos? ¿No eras tú la feminista?, ¿no nos has dado todos los quebraderos de cabeza con tu mesianismo de agitadora del colectivo, de manifestante callejera? Me dices que te has apuntado a la guerrilla urbana y me lo creo mejor que ese cuento con tu primo. Lo que te ocurre con Luis, en el mejor de los casos, se llama un fervorín. Óyeme a mí que soy tu madre. Incluso siendo sincera, que ni siquiera sé si darlo por supuesto, te quivocas...
(Pero cuidado que eres simple, mamaíta, ¿y cómo quieres abarcarme, explicarme, entenderme, cuando te consta que soy más inteligente e irremediablemente más compleja de lo que fuiste tú en tu vida? No, no es inmodestia ver las cosas como son; lo contrario es ñoñería. Y si no bajo a la arena, a discutir esto contigo, no es por soberbia, como dirías en su momento; sino por evitar que te exasperes al verte dialecticamente a mis pies, cosa que el principio de autoridad impide a los padres admitir; así que habla, hazlo, mujer, que yo bastante hago que te escucho sin chistar, aunque no pueda impedir que mi razón funcione, si bien lo haga en silencio. Claro que tonta, lo que se dice tonta, estás lejos de serlo y para mí que sospechas que algo debo pensar, porque no tienes cara de creer aquello de que el que calla otorga...)
-... Luis es un niño para ti, por la edad, por el desarrollo mental y hasta por el físico, ¡si no le apunta la barba todavía!, a ti que siempre te fueron los hirsutos, los pelambreras, los barbudos, ¡me vas a engañar a mí! ¿Que te ha apetecido hacerle a tu primo de nodriza? Está bien, eso lo entiendo; pero todo tiene un límite, ¿hasta dónde quieres llegar? Y no voy a comentarte nada de esa increíble historia de cama entre los dos. No, no lo haré, sencillamente por pudor. Se ve que no te has enterado todavía de que en este tipo de enredos la mujer lleva siempre la peor parte. ¡Pero en qué estarías pensando, criatura! Porque, ya ves, no me lo creo eso de que la culpa haya sido de tu primo; le honra decirlo, pero yo no me lo trago, que no, Blanca, tú a Luis siempre lo has tenido dominado, de modo que si vuela es porque tú le das alas, ¿o te atreverás a decir que me equivoco?...
(Claro, mamá, tú lo sabes todo, cómo no; así que pudor, ¿eh?, me estás hablando de pudor; ni que fueras una solterona, o a lo mejor has tenido cinco hijos como decía el catecismo, "sin romperlo ni mancharlo", que cosas más difíciles aparentáis los de tu generación; porque la abuela, al menos, ya lo has visto, no me dirás que no es decente y sin embargo puede confesar una debilidad, como la llamarías tú; pero la abuela es magnífica, cualidad que por lo visto no se hereda y no te lo diré para que no te puedas dar por ofendida, aunque la verdad no debería escandalizar a nadie, ¿no te parece?, pero sí, claro que te lo parece, tú qué vas a decir; ahora si tan bien crees conocerme deberías haberte dado cuenta de que a mí el vello de los hombres me tiene sin cuidado, ¡por favor!, pelo más, pelo menos, no es la barba lo que puede convencer a una feminista como gustas de echarme en cara, y lo que importa no es la pelambrera, sino lo que bulle debajo de ella; pero eso, claro, a ti...)
-... Así que mejor lo piensas dos veces y tenemos la fiesta en paz cuando todavía es tiempo. Y no estoy preocupada por ti principalmente, sino por el pobre de tu primo. No juegues con los sentimientos de un ciego, no le des alas, no le saques de la realidad, por dura que ésta sea. Tú siempre fuiste independiente, ferozmente personal, individualista a ultranza, ¿es que pretendes engañarte a ti misma?, porque a los demás no nos vas a dar gato por liebre, no a mí, al menos. ¿Cómo quieres que admita ni siquiera imaginarte atada a un ciego que hasta para dar el menor paso va a necesitar que le lleves de la mano? Otra sí podría hacerlo hasta con gusto, pero ¿tú?, no, chiquilla, desengáñate, cae del guindo, despierta de una vez. Que estás jugando, Blanca, y que yo tengo que salir en defensa de mi pobre sobrino, en su defensa, sí, aunque él no pueda entenderlo por ahora...
(Mamá, por favor, que me vas a conmover, ¡es el colmo!, así que lo que te preocupa es tu sobrino, al que quieres librar de la mala, que soy yo, ¿no es verdad? ¡Tú sí que eres la ciega si no ves la hipocresía que te impregna! No, si me callo, que luego no se diga, pero no puedo menos de pensar, ¡lo que hay que oír! Siempre tuviste planes para mí, confiésalo, tu hija mayor, y no dejaste nunca de albergar la esperanza de que pasados los años "locos" de la universidad, yo sentaría la cabeza; más aún, en unos tiempos en que la juventud pasa del rito vuestro, del noviazgo oficial, la petición, la boda de blanco y el ramo de azahar, tú todavía soñando con tu marido llevándome al altar entre nubes de incienso y cascadas de órgano, mientras la madre, con medelito ad hoc y de sombrero, por supuesto, vierte discreta lágrima tras el velo -tul ilusión- que da misterio a sus encontrados sentimientos; esto es, todo comme il faut, ¿no es verdad? Ay, mamá, mamá, y que tú hayas tenido que topar con una hija como yo, aunque me pregunto si es que quedan de las otras, que todo es posible en la viña del Señor...)
Como dijo Roland Barthes, el entrañable recién muerto, "nada es fuera de su contexto e incluso el contexto mismo resulta susceptible de múltiples interpretaciones" (y si me falla la memoria y no lo dijo Roland Barthes, esto podría ser de Ortega, o hasta mío, qué más da), así que vamos a dejar a mi madre con su tema e incluso a salvar su buena fe, porque cada uno se construye un mundo a su medida y sacarle de ahí es calzarle zapatos de un número que no es el suyo, con los resultados que cabe suponer.
Mi madre evoca a una Blanca politiquera y activista que existió alguna vez, no vamos a negarlo, sólo que mi madre está desfasada en esto, como en tantas cosas, y no se lo critico, que hasta yo misma me hago cruces. Parecen haber gritado los siglos en sus quicios... ¿han pasado cien años, doscientos, doscientos mil? Porque a veces me pregunto, ¿qué fue de Suzie Wong?
Una noche, un puñal, José Luis Martín Vigil.