Al mundo están a punto de rompérsele las entrañas. Se está hundiendo en el hartazgo y las materias primas empiezan a estrangular la comodidad. Se habla de apretarse el cinturón, ese cinturón que, a fuerza de apretar, está apretando a los mismos que lo han tenido apretado desde el día en que nacieron. La frase, que a muchos se les antoja una parida genial, ha sido patentada. La dice el ministro, el industrial, el financiero, el latifundista. Y al final, como ninguno de ellos usa cinturón, quienes se los aprietan son las eternas víctimas de siempre: los braceros, los peones, los jornaleros y todos cuantos viven del sudor de la frente y evitan que una minoría opulenta se ciña la "corona de sal grave" del sudor.
Cartas a una sociedad marginada, Manuel Aníbal Álvarez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario