21 de abril, 2014
He de decir que Roma y su encanto me han tocado la médula. Comenzando con las murallas de la ciudad y siguiendo con el enorme Coliseo -"colosal"-, hoy un torrente de imágenes de la mágica ciudad han inundado mi cabeza de pobre escritora, a la vez que toda la información físicamente asequible -debido al poco tiempo- ha entrado a mi cabeza en un vano intento de ser retenida al completo. Qué se le va a hacer.
Cuando paseo por esas calles adoquinadas, plagadas de turistas, mi mente divaga acerca del origen de esas piedras, qué rey, emperador o posterior papa las mandó edificar, cuánta y de dónde es la gente que las ha pisado, qué ideas se han compartido gracias a ellas; ¿cuántos amores, odios, celos, sueños, pesadillas o esperanzas han nacido en tu seno, vieja Roma? Al abrigo de tus rojas murallas se mueve una hormigueante marea humana en la que se mezclan pieles, miradas, cabellos, rasgos, lenguajes y opiniones; hoy me he escondido, como ellos, a la sombra de esa fiera loba que amamantó a tu fundador y su hermano, esa loba mítica que ahora me mira en forma de souvenir con ojos tan penetrantes como vacías son sus cuencas.
Han sido miles las voces que he escuchado, los rostros que he visto, las lenguas que a mi alrededor se han hablado. Siglos de historia de la Humanidad me han acompañado hoy y lo harán, supongo, el resto de mi vida, ahora que al fin conozco este rincón en el mundo del que alguien tanto me habló en cierta ocasión.
22 de abril, 2014
"KEEP CALM AND VISIT ROME"
Hoy, al fin, he tenido el gusto de conocer la morada del Señor Papa. Si bien no se me ha permitido deleitarme con los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, sí que he podido, tras una larga cola, adentrarme en la inmensa y pomposa Basílica de San Pedro ("Pietro") para descubrir los pocos de sus mágicos secretos que no se encuentran vedados a los turistas y curiosos.
Supongo que anoto aquí este viaje porque, aparte de que no tengo otra superficie privada sobre la que escribir, este viaje es una especie de sueño, algo que no voy a repetir en la vida -no de esta manera- y que cada uno de los días que dura me trae algo especial que guardar en el corazón. Hoy, como decía, le ha tocado el turno a la capital de una de las religiones más extendidas del mundo -y algo controversa, dependiendo de por dónde se mire-: la Ciudad del Vaticano, centro y sanctasantórum de la fe de millones de personas. Me gustaría poder decir que he cumplido el sueño de mi vida, que me siento completamente llena ya que he pisado esas piedras sagradas, pero lamento admitir que me es imposible. Yo carezco de esa fe ciega que lleva a tanta gente diferente a unificarse bajo un mismo símbolo, ya sea cruz, media luna o cualquier otro grabado. Sin embargo, algo en mi interior se ha revuelto en un cosquilleo de ilusión ante la idea de estar en el centro del arte renacentista, allí donde los grandes (Rafael, Miguel Ángel, Leonardo y compañía) pusieron su granito de arena -más bien enorme roca- en lo que hoy conocemos como Historia del Arte.
Algo anecdótico es que he intercambiado unas palabras en francés con un miembro de la prestigiosa Guardia Suiza. Si bien ha sido pura suerte y algo breve, se trata de algo que nunca pensé que haría ni aun viniendo al Vaticano. En mi cabeza ha surgido la idea de introducir mujeres en el prestigioso cuerpo de guardias. Algo me dice que la Iglesia no pondría muy buena cara.
El Vaticano y sus famosas columnas, que representan los brazos del Papa acogiendo al pueblo en su seno, no han conseguido atrapar del todo a este pobre corazón viajero. Será, supongo, debido a que ayer gasté toda mi melancolía de bolsillo entre las ruinas de la poderosa Roma.
23 de abril, 2014
Florencia. "Firenze". Hermosa ciudad de la Toscana. Hoy me he perdido por entre sus callejuelas atestadas de gente. Esos edificios me han recordado -por mi querida Cristina, no lo he podido evitar- a la bella Granada: Florencia representando el corazón italiano y Granada como símbolo de la tradición andaluza. Ambas ciudades con un encanto particular del que los corazones viajeros como el mío se enamoran.
Hoy he deseado tener las botas de Mercurio, con las que Perseo mató a Medusa, para sobrevolar esta encantadora ciudad que me ha dejado exhausta con un deambular de más de seis horas. Neptuno sin tridente observaba, poderoso, a la multitud heterogénea -aunque no lo fuese tanto para sus ojos de dios- que pasaba a sus pies. Las sabinas, primeramente sometidas y más tarde poderosas, alzaban sus rostros pétreos observando la plaza de los Médicis, allá junto al castillo que pisó nuestra compatriota Leonor de Toledo.
Incluso el helado sabe mejor si se toma en esta ciudad de la Toscana. La catedral, tan exuberante en la fachada externa, no fue construida para ser sino una sala de reuniones, pero ni siquiera eso es capaz de hacerla perder su belleza. La cúpula es, de hecho, impresionante: se trata del sueño hecho realidad de un arquitecto al que, como a muchos otros artistas a lo largo de la Historia, consideraron loco. Protestas y abucheos hoy transformados en teja, mármol y piedra.
Justo frente a la puerta de la inmensa catedral se encuentra el Baptisterio, cuya entrada tiene relieves dorados de escenas del Antiguo Testamento. Me acordé de las canciones de mi adorada Loreena y no pude evitar sonreír.
24 de abril, 2014
Venecia, la ciudad enmascarada, ha entrado hoy en mi vida con la suavidad y elegancia de las góndolas que se deslizan silenciosas por sus muchos canales. Me he puesto en la piel de los hermanos Covenant y el pelirrojo Banner al pasear por la Plaza San Marcos, sintiendo la emoción del libro en el cual subieron al antiguo campanario. Como ellos, me he desilzado por las intrincadas callejuelas, enamorándome de cada detalle, cada olor, cada rostro que veía en mi caminar sin rumbo.
Me hubiera gustado ponerme un antifaz y perderme entre la multitud sin rostro, o entrar por una puerta del tiempo -si no recuerdo mal, aquella que se encontraba en propiedad del mismo Peter Dedalus- para aparecer en la Venecia del siglo XVIII y aventurarme en aquel libro que me dejó una huella húmeda de agua de canales.
25 de abril, 2014
Pisa fue corto y estresante. Tras una mala noche para todos, dos atascos y unos cuantos mareos dentro del autocar no hicieron sino minar el ánimo de cuantos se podían mantener despiertos. Tras eso, un breve paseo por los puestecitos y las tiendas de alrededor de la torre inclinada y vuelta al autobús, para pasar la tarde entera en ruta hacia Civitavecchia. Una vez allí, tomar el barco -que hace una semana acabé aborreciendo- y vuelta a la patria.
Hoy ha sido cuando más me he fijado en los paisajes italianos, en especial los de la hermosa Toscana. Los campos verdes, las casas con soportales y el telón de fondo de montañas no hacían sino aumentar esa melancolía contagiosa que invadía el autobús.
Quiero volver a sentir el calor del Mediterráneo que abraza la Península Ibérica. El tiempo fuera hace pensar en lo que se deja atrás.
Bruma.
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Hacía algo de viento, aunque la vuelta fue peor... |
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No podía olvidarme de ellos. |
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La de historias que podrían contarnos estas piedras... |
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El sueño de un místico. |
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A veces creía que podría hacerme creyente y todo. |
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De aquí salían las fieras en el Coliseo. |
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¡Ese dire! |
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Casualmente, visitamos Roma el día de su Navidad. |
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Con mucho gusto me hubiera perdido en Roma para siempre... |
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El Moisés de Miguel Ángel. |
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En Roma vimos cosas bastante pintorescas. |
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Degusté uno de los famosos tartufos. |
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La Fuente de los Cuatro Ríos. |
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No sólo los del Renacimiento son grandes. |
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La verdad es que se trataba de una metrópoli que tenía de todo... además de turistas. |
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This is us! |
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¡Con Pedro en San Pedro! |
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Unos turistas más entre la multitud... |
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Foto extraña mientras compraba en uno de los muchos puestecitos. |
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La verdad es que se lo montan bien. |
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Ya van casi diez años, ricitos. |
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¡Lo mismo te digo! |
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Y esta soy yo. Creo que es la primera vez que publico una foto de cara bien clarita en este blog. Lo siento si os parezco muy fea; no me miréis. |
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A estos dos viejos amigos también los pillé para foto. |
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A alguna le molan los tíos legales... |
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San Pietro. |
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¿He dicho ya lo bien que se lo montan? |
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¡Con uno de estos hablé yo en francés! |
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Impresionante. |
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En qué pensarían hace cinco siglos... |
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Me iba a marear. |
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En pesrona se veían mejor que en el libro de Historia. |
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Ellas también forman parte de la Historia, y sus lágrimas arrasan multitudes como mareas ardientes. |
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Esto no estaba permitido, pero nosotros lo conseguimos. El Ejido to the power! |
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Juventud viajera. Modelo: cortesía de mi buen amigo Pedro, el primer cazado para foto por ahí arriba. |
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Mi buena y sensata Rocío. ¡Qué habría sido de mí sin ella por Italia! Creo que me habría quedado allí perdida, tal como tengo la cabeza... |
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Nada que decir cuando sobran las palabras. |
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Adoro la catedral de Florencia. |
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He aquí el sueño de un arquitecto al que llamaron loco. |
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Neptuno y una nereida. |
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La primera copia del Miguel Ángel. |
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Por aquí pasaba Leonor de Toledo. |
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Perseo con la Medusa... TORCIDOS AMBOS. Perdonadme este fallo. |
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Nos vamos acercando al Puente Viejo... |
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Ya casi estamos en el Puente Viejo... |
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Desde el puente se ve la cúpula de la catedral. Impresionante. |
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Creo recordar que esta escultura era posterior al resto. No me hagáis caso.
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Los florentinos y su sentido del humor. |
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A Venecia en busca de tíos buenos como este. |
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¡Y ya estamos en Venecia! |
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Más carisma del que imaginaba... |
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Si algún día vuelvo, no me perderé ese carísimo paseo en góndola. |
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¡Mamá, papá, estoy dentro de una novela de Ulysses Moore! |
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Mis ojos se quedaban pegados a todo lo que veían. |
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Parece salido de una historia... |
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Incluso las farolas superan a las de mi tierra. |
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Aquí me quedaba para siempre escondida del resto del mundo. |
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La única vez en todo el viaje que sostuve un mapa en mis manos. |
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¡Y al fin la vi! |
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Siento que tengáis que torcer la cabeza. Es culpa de mi ordenador. Se os va a poner el cuello como la torre entre esto y el Perseo. |
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¡Hasta pronto, Italia!
Dicen por ahi: "si quieres perder la Fe, visita el Vaticano"
ResponderEliminary... digo yo que pienso k es verdad.
Pero de Roma, la ciudad eterna, eterno es el recuerdo y la huella amable que deja en su visitante. A mi me encantó y con gusto prepararía la maleta y allí me instalaria una buena temporada.
bona nit, viajera.