Lluvia de bolitas de colores. Como decía, locura pasajera. |
Mis profesores me preguntan qué me pasa. Mis amigos me ven rara e, incluso, algunos me evitan. Creo que hasta mis gatos huelen algo extraño en mí.
Y yo no sé qué responder cuando me miran como si fuese un muro impenetrable. Unos y otros me escrutan, dudosos, y tratan de penetrar en mi alma turbulenta con los ojos, pero no lo consiguen.
Si yo contara lo que tengo por dentro no me entenderían, y la poca gracia que tiene mi vida en este momento se perdería. La chispa de vidilla que da al cuerpo esa emoción del reto planteado día a día, el hecho de tener un secreto que nadie más conoce, es lo que me hace levantarme cada mañana, aunque sea con la pierna izquierda y arrastrando el cuerpo entero. Si gritase al mundo qué me pasa, como tenía hasta hace poco por costumbre, no me entenderían. Me tomarían por loca, por tonta o por ilusa; incluso por un poco superficial. Pero yo me comprendo y sé lo que siento.
Aquella canción de Queen decía "I want it all, and I want it now". Eso mismo digo yo.
Noto que me estoy dejando caer, y es una intuición acertada. Quiero que se acabe ya el sudar la gota gorda, porque mi cuerpo no da para más. Se me ha ido la cabeza al completo y no queda espacio en ella para pensar en cosas coherentes. Ahora mismo mi cerebro es una explosión de platillos volantes, chisteras de las que salen conejos blancos en busca de su zanahoria y duendecillos que bailan música irlandesa mientras agitan tréboles de cuatro hojas. Un paraíso, vamos.
Quien tenga una medicina para la locura pasajera de cuarto grado que me avise. Un saludo, gracias por leer este blog de momentos depresivos.
Bruma
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