miércoles, 17 de diciembre de 2014

A veces, cuando tenía tiempo, me gustaba observar a Simona hacer sus trabajos cotidianos sentanda delante del escritorio, con el pelo revuelto en un moño mal hecho y ropa de andar por casa. A decir verdad, esto se daba muy pocas veces, ya que la mayor parte del tiempo lo pasábamos cada uno en nuestro despacho, envueltos en documentos oficiales que ella debía traducir y yo redactar y revisar. Siempre intenté no cargarla con las responsabilidades que eran mías por derecho y deber, pero al final acabó sumergida a la misma profundidad que yo en este estresante modo de vida, si bien entre nosotros se daba la diferencia de que a mí me venían acostumbrando desde pequeño a la idea de lo que sería estar al frente de un Imperio. Ella, por el contrario, fue siempre una muchacha salvaje amante de su libertad y del "no deber", que siempre que podía se sentaba bajo un árbol y leía hasta que no quedase luz con la que iluminar las palabras. Si esto sucedía, se marchaba a casa y continuaba leyendo allí.
Leyendo, leyendo, siempre sumergida en libros: así vivió siempre mi inteligente Simona. Era imposible tener en mente una imagen suya sin libros cerca... o gatos. Siempre le gustaron los gatos. Recuerdo que cuando regresé al Imperio para poner fin a los Años Negros aún vivía su enorme gato rayado Julius. En ese tiempo que pasé en su casa se me hizo cotidiana la imagen de Simona sentada en su escritorio, tomando té de flores en una taza blanca y acariciando a un ronroneante Julius acomodado en su cálido regazo. Todo eso mientras ella revisaba sus traducciones y escribía en sus papeles.
No me dio tiempo a pensar demasiado, ya que después llegó la guerra, que finalizó llevándose numerosas vidas y otras tantas esperanzas de los que quedaron aquí. Casi sin darme cuenta le perdí el rastro a Simona: poco después de la reconstrucción de la Capital me vine a percatar de que no aparecía por ningún lado. No la mandé buscar ni pregunté por ella en ningún sitio; sencillamente, supe que se había marchado. Como por un acuerdo tácito, separamos nuestros caminos una vez más, yo sin ser demasiado consciente en aquel momento de la magnitud de las cosas.
Y así pasó el tiempo, mientras me ocupaban completamente mis deberes como Emperador novel. Tratándose de un país en relativa crisis política, se me hizo más complicado el comienzo del cargo, pero me honra decir que supe salir del paso y recuperar un poco de la seguridad y la riqueza que existía en tiempos de mi difuntos padres.
En esos dos años me había acordado numerosas veces de Simona. Cada vez más. Y al mismo tiempo que me venían a la mente esas imágenes tan repetidas de Simona leyendo, Simona traduciendo y Simona bebiendo té con Julius ronroneando en su regazo, me daba cuenta de que me faltaba algo.
Ese algo era Simona.
En mis casi dos años como Emperador había cogido la mala pero realmente útil costumbre de mandar a mi secretario que hiciese todo aquello para lo que yo no tenía tiempo o que no sabía cómo coger. Así pues, le dejé a él la tarea de buscar a Simona por todos los registros del país, licencia burocrática que como buen guardián del secreto de mis ciudadanos solo me permitiría en caso de un potente enemigo del Imperio. En este caso se trataba de una enemiga potencial, una muchacha de ojos castaños y cara pecosa que se había adueñado de mi corazón y amenazaba con arrancármelo del pecho.
Así pues, Yago se encargó de buscarla mientras yo hacía frente al encendido carácter de Greta, quien me sermoneaba por haberme dado cuenta de algo tan crucial en mi vida como aquello en aquel momento y no antes, pues según ella podría haber cambiado muchas cosas y no todo habría sido tan doloroso para Simona. Greta tenía toda la razón pero a lo hecho, pecho. O eso dicen.
Yago encontró a Simona, y Simona vino. Pero no todo fue como yo creía que sería.
Resultó que me había llevado al Trono una imagen de Simona que se había distorsionado con el tiempo. Yo recordaba a una muchacha cambiada después de cuatro largos años de yugo como mano de obra del régimen totalitario, a la cual le habían salido ojeras y le faltaban unos cuantos kilos que antes la habían redondeado. El último rostro de Simona que vi estaba enmarcado por un pañuelo escarlata y denotaba sentimientos de frustración reprimida, pretendiendo ser una máscara de otros más puros que yo sabía que seguían ahí, aunque siempre fingí no darme cuenta.
Y eso es lo que pensaba que encontraría en la Simona que viniese a mí cuando Yago la mandase buscar: una amateur en el arte del disfraz cuyo candado se abriría con la llave de mi amor, recién descubierto. No obstante, lo que me encontré fue un sólido muro de piedra, resultando que la antaño amateur se había transformado en una maestra en esto de las máscaras.
Sabía que si la dejaba marchar no habría manera de hacerla volver, así que antes de que pusiese un pie fuera del Palacio tiré las armas y me descubrí, de forma que podría hacer conmigo lo que quisiese.
Pues resultó. Simona no me apaleó el corazón. Se quedó conmigo y, aunque el suyo estaba roto en pedacitos y había sido reconstruido unas cuantas veces ya, me ayudó a arrancar del mío ese lacerante dolor que me llevaba consumiendo desde la muerte de mis padres.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Simona y sus libélulas mentales.

En cierto sentido, lo que hacía era contener una rabia dolorosa que me atenazaba el corazón desde hacía siete años. El día que él se marchó con el profesor Gyga –quien, por cierto, ¿dónde estaría?-, yo sentí que se me rompía algo dentro, pero durante los Años Negros aprendí a vivir sola y a superar esas memeces de adolescente. Sin embargo, tras cuatro largos años de búsqueda sin sentido y oscuridad para todos los habitantes del Imperio, él regresaba, con su libélula de plata brillando entre las clavículas, y me pedía ayuda para salvar su país. Y yo se la daba. Y él salvaba a su país. Tras eso, la Simona enamoradiza, la Simona del corazón roto y la Simona de renovada esperanza desaparecían en la sombra y se sumían en sus libros para contrarrestar esa primera juventud en la que un díscolo corazón no hizo otra cosa que jugar malas pasadas. 


Y ahora, tras siete largos años de lucha contra mi yo sentimental, mi yo rebelde y mi yo de cristal, llegaba la libélula de plata y me pedía estupideces mientras me observaba trabajar con ojos escrutadores. Aquello no tenía ningún sentido. Mi vida habría sido más lógica si hubiese seguido viviendo en mi casita ajardinada con Xara, si nunca hubiese recibido esa carta y si hubiese encontrado cualquier motivo para no salir de Eónicas nunca jamás en la vida. Pero, al parecer, mi destino no era ese.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Palabras de la sabia Catelyn Tully.

-En ocasiones -empezó con voz pausada-, lo mejor es no hacer nada. Al principio, cuando llegué a Invernalia, me dolía ver que Ned se iba al bosque de dioses a sentarse bajo su árbol corazón. Parte de su alma estaba en aquel árbol, yo lo sabía, una parte que jamás sería mía. Pero pronto comprendí que, sin esa parte, no sería Ned. Jeyne, pequeña, os habéis casado con el Norte, igual que hice yo. Y en el Norte llegan los inviernos. -Trató de sonreír-. Sed paciente. Sed comprensiva. Os ama y os necesita; pronto volverá a vos. Puede que esta misma noche. Cuando eso suceda, estad allí. No puedo deciros más.


George R. R. Martin, Canción de Hielo y Fuego III: Tormenta de Espadas






Kvothe tocando el laúd para Daenerys y sus dragones. Un remix de fantasías.

"No tienes las manos de una princesa frágil que pasa las horas haciendo encaje y que espera a que llegue algún príncipe a salvarla. Son las manos de una mujer capaz de trepar por una cuerda hecha con su propio cabello para alcanzar la libertad, o de matar al ogro que la ha capturado mientras duerme"

Patrick Rothfuss, El nombre del viento

martes, 21 de octubre de 2014

Me gusta más la versión original en japonés, que es la primera que vi, pero esta tampoco está nada mal... y hablo inglés, no japonés.


miércoles, 15 de octubre de 2014

"Damas y caballeros, flotamos en el vacío"

Un breve resumen: se puede sacar un conejo blanco de un sombrero de copa vacío. Dado que se trata de un conejo muy grande, este truco dura muchos miles de millones de años. En el extremo de los finos pelillos de su piel nacen todas las criaturas humanas. De esa manera son capaces de asombrarse por el imposible arte de la magia. Pero conforme se van haciendo mayores, se adentran cada vez más en la piel del conejo, y allí se quedan. Están tan a gusto y tan cómodos que no se atreven a volver a los finos pelillos de la piel. Solo los filósofos emprenden ese peligroso viaje hacia los límites extremos del idioma y de la existencia. Algunos de ellos se quedan en el camino, pero otros se agarran fuertemente a los pelillos de la piel del conejo y gritan a todos los seres sentados cómodamente muy dentro de la suave piel del conejo, comiendo y bebiendo estupendamente:
-Damas y caballeros -dicen-. Flotamos en el vacío.
Pero esos seres de dentro de la piel no escuchan a los filósofos. 
-¡Ah, qué pesados! -dicen.
Y continúan charlando como antes:
-Dame la mantequilla. ¿Cómo va la bolsa hoy? ¿A cómo están los tomates? ¿Has oído que Lady Di espera otro hijo?

Jostein Gaarder, El mundo de Sofía

jueves, 9 de octubre de 2014

Greta y Simona.



-En realidad, los miembros del círculo cercano de Mow ya sabíamos cuáles eran sus intenciones al traerte –dijo un día mientras tomábamos un respiro en mi habitación del Ala Sur, antes de volver al Salón Principal para recibir a la Presidenta de la Ciudad de los Mineros-. Últimamente estaba muy callado, y no hacía otra cosa que mover piezas de un ajedrez que tiene en su oficina mientras murmuraba y daba órdenes aquí y allá.
Lo decía chupando el chocolate de su bollo de hojaldre, como si no hubiese que preocuparse en exceso por los cambios repentinos de humor de un Emperador.
-Antes de pedirle a Yago que te buscase en los registros de empadronamiento, me llamó un día y me preguntó si yo había seguido en contacto contigo. Por supuesto que no, le dije, ya que en cuanto pudiste te largaste de aquí. Yo sabía que no podías estar en la Capital sin habernos dado muestras de vida, aunque fuese una señal de humo –rio ante el comentario-, así que le propuse que mandara a Yago mirar con lupa los registros del último año de todas las ciudades, empezando por Eónicas. Y, mira por dónde, acerté –remarcó, con una sonrisa de suficiencia.
Yo la miraba. Se me había olvidado que tenía el bollo en la mano, porque el chocolate me chorreaba por los dedos y caía en el plato en forma de gotitas marrones. Ella echó un vistazo rápido a mi bollo intacto y siguió comiéndose el suyo con saña mientras hablaba:
-Por supuesto, se veía a las claras lo que pretendía pedirte detrás de esa estúpida excusa de la traducción. Si hubiese sido yo, te habría pedido que fueses mi profesora personal o algo por el estilo, para pasar más tiempo a solas y acercarme mejor –me guiñó un ojo-. Pero, claro, el muy burro se inventó esa historia…
-La verdad es que no se sostenía mucho –puntualicé yo.
-Efectivamente, insostenible –concedió Greta-. Y lo que consiguió fue cabrearte por tanto misterio y secretismo. La semana que tardaste en traducir aquello estaba de los nervios; no podíamos casi molestarlo para nada que fuese menos de una amenaza de bomba o algo así. Él creía que te ibas a ir en cuanto acabases, y no sabía cómo decirte lo que, al parecer, llevaba cerca de dos años rondándole por la cabeza…
Greta hablaba con naturalidad, como si fuese lo normal que un Emperador hiciese eso todos los días.
-Yago se hizo el sueco cuando recibió las instrucciones de esa carta, pero yo no me callé. Me parecía muy injusto que jugase contigo de aquella manera –ahora parecía indignada. Había dejado el último bocado del bollo en el plato y me miraba fijamente, ceñuda-. En cuanto Yago salió del despacho, más contento que unas pascuas con su nueva misión, yo me planté delante de Mow y le pregunté durante cuánto tiempo pensaba tenerte de mascota. No, no me mires así; lo conozco lo suficiente como para decirle lo que me venga en gana si creo que se equivoca. Le regañé y le dije que me parecía injusto haberte tenido seis años en la sombra, preocupada siempre por lo que podría pasarle, mientras él iba y venía haciendo sus cosas y sólo recurría a ti cuando le convenía. ¡Es cierto, Simona, admítelo! Primero le picaba la curiosidad contigo mientras a ti se te caía la baba con él, pero no dio tiempo a más porque llegaron los Años Negros y se tuvo que marchar cagando leches. Después de cuatro años, cuando tú ya te habías acostumbrado a vivir sin él, volvió y te pidió que lo tuvieras en tu casa con toda la cara del mundo, y encima, que lo ayudases a recuperar el control del Imperio. Y tú, boba, le hiciste caso y le ayudaste, pero con eso sólo te autodestruías más. Después, cuando él ya tenía el Trono y había asumido limpiamente su labor de Emperador, volvía a olvidarse de ti. Y tú hiciste muy bien en marcharte, si quieres mi opinión. Pero para cuando ya tienes tu vida y haces lo que te gusta, se le ocurre llamarte porque se ha dado cuenta de que, después de seis años de dar más vueltas que un trompo, admite que no puede vivir sin ti y que eres demasiado especial como para dejarte pasar de largo en su vida. Sé que Mow no es mala persona, pero a veces se comporta como un verdadero capullo.
Yo la miraba con la boca abierta. Por supuesto que había pensado eso muchas veces, pero nunca lo había puesto por palabras tangibles, y Greta tenía esa cualidad que a mí casi se me había olvidado: expresar claramente los pensamientos de los demás, como si tuviese telepatía. Y seguía hablando, agitando sus rizos pelirrojos con furia:
-Él permaneció callado durante todo ese rato, pero cuando acabé explotó y me gritó que yo no sabía lo que era ver a tus padres morir mientras lo perdías todo y tenías que huir como un maldito proscrito. Dijo que le había costado más de lo que yo pensaba vivir durante esos cuatro años fuera del Imperio, y que volvió para intentar dar a su pueblo un futuro mejor. Cuando terminó de hablar estaba llorando, Simona –de repente Greta ya no parecía furiosa, sino sólo cansada-. Lloraba como un crío, arrimado a su mesa y empapando el traje canela ese que le queda tan horrendo. Me dio pena haberle provocado de esa manera, pero creo que era necesario que viera la realidad de frente y al completo. Él siempre había estado sumido en su propia desgracia, de forma que no se había preocupado excesivamente de la de los demás; solamente en lo esencial. Tenemos que admitir que es un buen hombre, pero a veces ha cometido el error de pasar por alto ciertas cosas que no sólo le habrían evitado daño a él –me dirigió una elocuente mirada que yo no correspondí.
Aquel relato me había dejado la boca seca. Me limpié el chocolate de las manos y, de pronto, acusé unas terribles ganas de vomitar, aunque no sabía qué podría salirme del estómago, ya que no había tocado el bollo. Greta volvió a la carga, pero esta vez dijo algo realmente sorprendente:
-Después de dejarlo ahí llorando pensé que me despediría, pero lo que hizo fue llamarme a su despacho al cabo de dos días y encomendarme la misión de ir a por ti y traerte a toda costa. Parecía un hombre nuevo, Simona: ya se había acabado el frenesí de los meses anteriores y hablaba con una nueva calma que yo nunca le había visto. Me habló de superior a subordinada, pero cuando me iba a marchar me dijo que me subiría el sueldo sólo por ser la persona más sincera de las que tenía alrededor en ese momento. A mí me hizo gracia, pero me di cuenta de que había reflexionado, así que cumplí con mi deber y no volví a rechistar.
Al ver mi cara debió de pensar que me estaba dando fiebre, por lo que se apresuró a aclarar:
-Si te cuento esto, Simona, es porque creo que mereces saberlo, aunque él sea demasiado orgulloso para contártelo. Supongo que no tiene el valor de darte más razones para marcharte de las que ya tienes. Quizá él viera más romántico que no supieses los pormenores del asunto, pero a mí me parece injusto. Además, si te lo cuento tan tranquila es porque sé que no te vas a ir dejándolo aquí solo otra vez. Si lo hicieras, créeme que cualquier día nos lo encontraríamos colgado de una viga, les declararía la guerra a los indígenas o vete a saber qué idiotez se le ocurriría. En fin –volvió a adoptar el tono despreocupado-, supongo que también te interesará saber que no se lo veía tan contento desde hace más de siete años. Va por ahí dando saltos y oliendo flores como un idiota. De verdad, a veces no me lo explico: puede pasar de la tristeza más honda a un comportamiento perfectamente infantil. Supongo que tú lo entenderás, porque yo ya me habría ido como un rayo al saber que semejante bicho quería casarse conmigo –dicho esto, terminó su bollo y se recostó en el asiento-. ¿No te vas a acabar el bollo?

sábado, 4 de octubre de 2014

Es curioso cómo, cuando más perdidos nos encontramos, nos aferramos a cualquier clavo que encontramos cercano en la pared. No tiene por qué estar ardiendo; simplemente, debe estar ahí para que nos agarremos a él. Y seguramente antes no nos dimos cuenta de que estaba.
Así es como nos buscamos a nosotros mismos, yendo de clavo en clavo y tratando de alcanzar la cima de esta pared sin caernos al suelo. 
Y a veces, cuando nos entra la melancolía y nos acordamos de ese hogar que hemos dejado atrás... no queda otra que buscar el clavo apropiado para pisar fuerte y seguir subiendo.


miércoles, 1 de octubre de 2014

'El poder es una cosa muy curiosa, mi señor'

-El poder es una cosa muy curiosa, mi señor. Decidme, ¿habéis tenido tiempo de meditar sobre el acertijo que os planteé hace unos días en la posada?
-Le he dado algunas vueltas -reconoció Tyrion-. El rey, el sacerdote, el hombre rico... ¿Quién vive y quién muere? ¿A quién obedecerá el hombre de la espada? Es un acertijo sin respuesta; mejor dicho, con demasiadas respuestas. Todo depende de cómo sea ese hombre.
-Pero, en realidad, el hombre de la espada no es nadie -señaló Varys-. No tiene corona, ni oro, ni el favor de los dioses, solo un trozo de acero afilado.
-Ese trozo de acero es el poder de la vida y la muerte.
-Exacto. Pero, si quien nos gobierna en realidad es el hombre de armas, ¿por qué fingimos que son nuestros reyes los que tienen el poder? ¿Por qué un hombre fuerte con una espada se plantearía jamás obedecer a un niño rey como Joffrey, o a un idiota borracho como su padre?

-Porque esos niños reyes y esos idiotas borrachos pueden llamar a otros hombres fuertes, con otras espadas.
-Entonces serían esos otros guerreros los que en realidad tendrían el poder. ¿O no? ¿De dónde salen sus espadas? ¿Por qué obedecen? -Varys sonrió-. Hay quien dice que el conocimiento es poder. Hay quien dice que la magia deriva de los dioses. Otros dicen que el poder lo da la ley. Pero aquel día, en los peldaños del Septo de Baelor, nuestro piadoso Septón Supremo, la legítima reina regente y vuestro seguro servidor, con todos sus conocimientos, estuvieron tan impotentes como cualquier zapatero remendón de la multitud. ¿Quién mató en realidad a Eddard Stark? ¿Vos qué pensáis? ¿Joffrey, que dio la orden? ¿Ser Ilyn Payne, que blandió la espada? ¿O bien... otra persona? 
-¿Vais a decirme la respuesta del maldito acertijo o solo queréis empeorarme esta jaqueca? -Tyrion inclinó la cabeza hacia un lado.
-De acuerdo -dijo Varys sonriendo de nuevo-, ahí va: el poder reside donde los hombres creen que reside. Ni más ni menos.
-Entonces, ¿el poder es una farsa?
-Una sombra en la pared -murmuró Varys-. Pero las sombras pueden matar. Y a veces, un hombre muy pequeño puede proyectar una sombra muy grande.

George R. R. Martin, Canción de hielo y fuego II: Choque de reyes

sábado, 27 de septiembre de 2014

El espíritu celta que hablaba gaélico y trotaba por praderas irlandesas.

Me pregunto qué le pasó a ese corazón vestido de verde
que con sus prendas de seda danzaba al viento
escuchando una música procedente de arpas y gaitas con olor a mar.
No sé dónde se encuentran ahora los ojos
que veían dragones salir de entre la bruma a través de la ventana
y que se cerraban fuertemente con la esperanza de volar entre las nubes
al abrirse otra vez.
La niña llorona se volvió apática
y se comporta como si nada de eso tuviera cabida
en su recién construido palacio de cristal.
El espíritu celta
que hablaba gaélico
y trotaba por praderas irlandesas.
Ya no hay gato encerrado porque su misma dueña lo dejó salir.
El perro de tres cabezas yace dormido en un sorral de arena blanca,
su cadena puesta al cuello pero ya sin fuerzas para intentar romperla.
Hoy no quedan ya canciones en inglés de las islas,
ni música de violín,
ni pieles de ciervo colgando de los hombros del hada Morgana.
Arturo yace muerto en Avalón
y Excalibur se hundió ha ya mucho tiempo entre las nieblas de su lago.

Pero a lo mejor la niña llorona aún sigue soñando.

viernes, 26 de septiembre de 2014

¿Conoces ese momento
en el que dejas de ser quien eres de verdad
para convertirte en otra persona completamente diferente
a la que no conoces de nada?
¿Te suena ese instante
en el que te elevas de tus pies
y te dejas llevar por olores, sabores y sensaciones
que hasta entonces te habían pasado inadvertidas,
y que de algún modo se llevan una parte de tu alma
a algún lugar que no conoces, muy lejos de ti?
De pronto se te olvida si preferías el helado de chocolate al de nata,
si te gustaba comer macarrones los martes o los miércoles,
si por las mañanas te vistes antes de desayunar o después.
Olvidas cosas tan estúpidas, tan tontas,
que incluso a ti te parece gracioso el no saber quién eres
ni hacia dónde vas.

jueves, 18 de septiembre de 2014

El lamento de una mujer rota.

"¡Tiene razón, tiene razón! ¡Siempre, siempre tiene razón! Es cristiano, es generoso... Pero ¡cuán vil y despreciable! ¡Y nadie lo comprende, excepto yo! Jamás podrán comprenderlo, ni yo explicarlo. Para los demás es un hombre religioso, moral, honrado, inteligente... Pero no ven lo que yo he visto. No saben que durante ocho años ese hombre ha ahogado mi vida, cuanto en mí había de vivo, sin pensar jamás que soy una mujer de carne y hueso que necesita amor. No saben que me ofendía constantemente y se sentía satisfecho de sí mismo. ¿No he procurado con todas mis fuerzas hallar la justificación de mi vida? ¿No he tratado de amarle y luego de amar a mi hijo cuando ya no podía amarle a él? Pero llegó el momento en que comprendí que no podía seguir engañándome, que vivo, que no tengo la culpa de que Dios me haya hecho así, que necesito vida y amor. Si me hubiera matado, si hubiera matado a Vronsky, yo lo habría soportado todo, le habría perdonado... pero él no es así...
¿Cómo no adiviné lo que iba a decidir? Hace lo que es propio de su ruin carácter. Seguirá viviendo conmigo ya caída. Él se quedará con la razón y a mí me hará sucumbir, me humillará cada vez más... (...) Ésta es la amenaza por la que me va a quitar el niño, y seguramente su ley estúpida lo hace posible. ¿Acaso no sé por qué me lo dice? No cree en mi amor a mi hijo, o más bien lo desprecia. Siempre se burlaba de este amor. Sí, desprecia este sentimiento, pero sabe que no he de abandonar a mi hijo, porque sin él no me es posible vivir, ni siquiera con el hombre a quien amo; y, en todo caso, si le dejara y huyera, había de obrar como una mujer más baja y más deshonrada aún. Sí, lo sabe y le consta que no tendré fuerzas para hacerlo.
Nuestra vida debe seguir como antes. (...) ¡Pero esa vida, antes, era penosa y, últimamente, horrible! ¿Cómo será, pues, de ahora en adelante? Y él no lo ignora, sabe que no puedo arrepentirme de lo que siento, de lo que he hecho por amor. Sabe que nada puede resultar de esto sino mentira y engaño, pero él necesita continuar martirizándome. Le conozco: sé que goza y nada en la mentira como un pez en el agua. Pero no le proporcionaré ese placer. Romperé la red de mentiras en que quiere envolverme y será lo que Dios quiera... Todo antes que la ficción y el engaño.
Pero ¿cómo lo podré hacer? ¡Dios mío, Dios mío! ¿Habrá habido nunca en el mundo mujer tan desgraciada como yo?"

Lev N. Tolstói, Ana Karenina

lunes, 25 de agosto de 2014

Cuando mires el cristal roto que reposa en tu mesita, velando el dulce sueño en el que caes cada noche, y no veas un ojo almendrado observándote desde esa transparencia, te acordarás de mí.
Cuando huelas en el armario ese aroma familiar a manzana, libro nuevo y puede que jabón de suave aloe, no estando ya esas prendas que antes lo despedían de forma intermitente, te acordarás de mí.
Cuando tu paladar deguste la acidez de una naranja soliviantada con suave canela y caigan en tu lengua tres gotitas de amargo limón que te hagan apretar los ojos, te acordarás de mí.
Cuando escuches el son de la suave arpa, el estridente llanto de la llorona gaita o el grito sordo de guerra salido de un tambor de cuero, te acordarás de mí.
Cuando roces el suave pelaje de un gato atigrado con ojos verdes, brillantes en la noche traicionera, y sientas su ronroneo cálido bajo la piel, te acordarás de mí.

Pero quizás ese gato sea mío, que busca tus caricias porque sabe que yo hago lo mismo; también mía esa música, que endulza mis oídos cuando tú casualmente pasas cerca; míos esos alimentos, que degusto cualquier noche en la que no necesito nada más; mío ese olor, y mía la ropa que lo despide, aún en el armario; y mío ese ojo, que en realidad nunca desapareció del cristal ni dejó de velar por que tuvieras dulces sueños.

A lo mejor nunca me fui. Simplemente me engañé a mí misma pretendiendo ser invisible. Y tú te lo creíste también.

sábado, 9 de agosto de 2014

Fantastic beasts & Where to Find Them

Sólo me resta advertir a cualquiera que haya leído este libro sin comprarlo que tiene la maldición de los ladrones. También quiero aprovechar esta oportunidad para asegurar a los muggles que las asombrosas criaturas que se describen a continuación son imaginarias y no pueden hacerles daño. A los magos, simplemente les digo: Draco dormiens nunquam titillandus.

Albus Dumbledore.

J. K. Rowling, Animales fantásticos y dónde encontrarlos de Newt Scamander

viernes, 8 de agosto de 2014

Hasta el final... y puede que más allá.

Buenas noches a quien se digne a perder el tiempo en este blog de pacotilla que me tomo la molestia de ir actualizando cuando me surge algo que escribir. Hoy vengo aquí a volcarme porque creo que lo que tengo que decir es complicado de explicar y no hay nadie por aquí cerca a quien decírselo.
Resulta que hace bastante tiempo, cuando yo tenía ocho años y hacía la Comunión, una antigua niñera me regaló un libro. Yo por ese entonces ya era una lectora voraz -y no soy falta de modestia si digo que fui una niña bastante precoz-, pero el libro que me puso en las manos era uno que nunca me había llamado la atención. Se titulaba Harry Potter y la Cámara Secreta. Obviamente, a mí ya me sonaba de oídas el nombre de aquel niño mago que protagonizaba tan famosos libros y, a posteriori, películas. Sin embargo, no me había dignado a leer sus aventuras, y si leí ese libro fue, sencillamente, porque en casa no tenía otra cosa mejor que leer.
Se trataba del segundo de una saga de siete volúmenes, el primero de los cuales me apresuré a conseguir para comprender mejor la historia tras haber devorado ávidamente ese que obtuve primero. Así comenzaron mis andanzas junto al niño que sobrevivió: comencé su vida con él la noche en que quedó huérfano, sufrimos juntos los diez años que pasó en casa de sus aborrecibles tíos y vivimos con ilusión su entrada al mundo mágico, en el cual era enormemente reconocido por tratarse del bebé que venció al mago más tenebroso de todos los tiempos.
Pasé tres años de mi vida esperando impaciente las Navidades y mis cumpleaños para obtener un número más de la que se estaba convirtiendo en la saga de mi vida. Si bien ahora mismo mi libro favorito es otro cuyo título no viene a cuento, Harry Potter es la historia que marcó mi infancia a fuego y, por consiguiente, me transformó en la persona que soy ahora y en la adulta en la que me estoy convirtiendo. De esa fantástica historia salieron mis primeros amigos imaginarios y con ella comencé a asimilar conceptos como el amor, la lealtad, el esfuerzo, la sabiduría y la astucia, por no hablar de la maldad. 
Creo que estos libros me enseñaron a buscar y valorar lo mejor de cada ser humano, a distinguir los matices que hacen a una buena persona no tan buena y a una mala algo mejor de lo que parece ser; acompañé a los protagonistas -y a todos los demás- mientras luchaban en una guerra que no tenía nada que ver con cañones ni soldados y, en definitiva, acogí en mi corazón a esta historia como "mi" historia. Este es el cuento de la niña que se enamoró un día de la historia del niño que sobrevivió, y yo os lo cuento porque siento que necesito que alguien, aunque no me conozca ni haya visto nunca mi cara y esté lejos de mí, lo entienda y sonría al leer estas palabras, o por lo menos no le suenen a chino. 
Porque hay historias que nos hacen abrir los ojos de la impresión durante unos pocos momentos, e incluso derramar unas pocas lágrimas; ésas son las historias corrientes, las que pasan ante nuestros ojos porque sí y se quedan en el rincón de nuestra mente dedicado al semiolvido. Sin embargo, hay otras que llegan de casualidad, a las cuales no concedemos mucha importancia y que pensamos que van a ser como las demás, pero que, por algún extraño motivo o movidas por una coincidencia muy grande, acaban siendo recibidas con los brazos abiertos y nos dejan una cicatriz, hecha con tinta indeleble en el mismo corazón, que significa que modelaron un pequeño trocito de nosotros y que, por suerte o por desgracia, vinieron para quedarse.


Hacking to the Gate.

"Nadie sabe lo que el futuro nos depara.
Por eso su potencial es infinito" -Steins;Gate


miércoles, 6 de agosto de 2014

Pobre Hermione.

Mientras se abría paso hacia la mesa de las bebidas, tropezó con Ginny, que llevaba al micropuff Arnold encaramado en un hombro y a Crookshanks pegado a los talones, maullando sin éxito.
-¿Buscas a Ron? -le preguntó la pequeña de los Weasley con una sonrisita de complicidad-. Está allí, el muy asqueroso hipócrita.
Harry miró hacia el rincón que señalaba Ginny. Y en efecto, a la vista de todo el mundo, Ron y Lavender Brown se abrazaban con tanta pasión que costaba distinguir de quién era cada mano.
-Parece que se la esté comiendo, ¿no? -observó Ginny con frialdad-. Supongo que de alguna manera tiene que perfeccionar su técnica. Has jugado muy bien, Harry.
Le dio unas palmaditas en el brazo y Harry notó un cosquilleo de vértigo en el estómago, pero ella siguió su camino y fue a servirse más cerveza de mantequilla. Crookshanks la siguió con los ojos fijos en Arnold
Harry dejó de mirar a Ron, que no parecía tener intenciones de salir a la superficie, y en ese preciso momento vio cómo se cerraba el hueco del retrato. Le pareció atisbar una tupida melena castaña que se perdía de vista, y sintió un gran desaliento. 
Corrió en esa dirección, volvió a esquivar a Romilda Vane y abrió de un empujón el retrato de la Señora Gorda, pero el pasillo estaba desierto.
-¡Hermione!
La encontró en la primera aula que no estaba cerrada con llave. Se había sentado en la mesa del profesor y la rodeaba un pequeño círculo de gorjeantes canarios que había hecho aparecer de la nada. A Harry le impresionó que lograse el hechizo en un momento como ése. 
-¡Hola, Harry! -lo saludó ella con voz crispada-. Sólo estaba practicando.
-Sí, ya veo... Son... muy bonitos. -No sabía qué decir. Con un poco de suerte, tal vez Hermione no hubiese visto a Ron con las manos en la masa y sólo se había marchado porque le desagradaba tanto alboroto, pero ella dijo, con una voz inusualmente chillona:
-Ron se lo está pasando en grande en la fiesta.
-Hum... ¿Ah, sí?
-No finjas que no lo has visto. No puede decirse que se estuviera escondiendo, ¿no?
En ese instante se abrió la puerta del aula, y Harry, horrorizado, vio entrar a Ron riendo y arrastrando a Lavender de la mano.
-¡Oh! -dijo el muchacho, y se paró en seco al verlos.
-¡Uy! -exclamó Lavender y salió riendo del aula. La puerta se cerró detrás de ella.
Al punto se impuso un silencio tenso e incómodo. Hermione miró fijamente a Ron, que, eludiendo su mirada, dijo con una curiosa mezcla de chulería y torpeza:
-¡Hola, Harry! ¡No sabía dónde te habías metido!
Hermione bajó de la mesa con un movimiento lánguido. La pequeña bandada de pájaros dorados siguió gorjeando y describiendo círculos alrededor de su cabeza, dándole el aspecto de una extraña maqueta del sistema solar con plumas.
-No dejes a Lavender sola ahí fuera -dijo con calma-. Estará preocupada por ti.
Y caminó despacio y muy erguida hasta la puerta. Harry miró a Ron, que parecía aliviado de que no hubiese ocurido nada peor.
Oppugno! -exclamó entonces Hermione desde el umbral, y con la cara desencajada apuntó a Ron con la varita.
La bandada de pájaros salió disparada como una ráfaga de balas doradas hacia Ron, que soltó un grito y se tapó la cara con las manos, pero aun así los pájaros lo atacaron, arañando y picando cada trocito de piel que encontraban. 
-¡Hermione, por favor! -suplicó el muchacho, pero, con una última mirada rabiosa y vengativa, ella abrió la puerta de un tirón y salió al pasillo.
A Harry le pareció oír un sollozo antes de que la puerta se cerrara.

J. K. Rowling, Harry Potter y el misterio del Príncipe

domingo, 3 de agosto de 2014

¿Y qué sabes tú de mi vida? Te diré algo: sé muy bien lo que es estar desesperado, lo que es no tener nada, no tener a nadie. Y también sé que, al final, la decisión sigue siendo tuya. Así que no me vengas con excusas ni eches la culpa a otros de tus meteduras de pata. La vida es dura, ya lo sé. Pero ¿sabes una cosa? El mundo sería infinitamente mejor si la gente eligiera el camino correcto, en lugara de seguir el camino fácil.

Laura Gallego García, El Libro de los Portales

martes, 29 de julio de 2014

Nueva canción del Sombrero Seleccionador.

Aunque estoy condenado a separaros
creo que con eso cometemos un error.
Aunque debo cumplir mi deber
y cada año debo dividiros, 
sigo pensando que así no lograremos 
eliminar el miedo que tenemos.
Yo conozco los peligros, leo las señales,
las lecciones que la historia nos enseña,
y os digo que nuestro Hogwarts está amenazado
por malignas fuerzas externas,
y que si unidos no permanecemos
por dentro nos demoronaremos.

J. K. Rowling, Harry Potter y la Orden del Fénix

domingo, 27 de julio de 2014

El regreso de Lord Voldemort.

El caldero hervía a borbotones, salpicando en todas direcciones chispas de un brillo tan cegador que todo lo demás parecía de una negrura aterciopelada. Nada sucedió...
"-Que se haya ahogado -pensó Harry-, que haya salido mal..."
Y entonces, de repente, se extinguieron las chispas que saltaban del caldero. Una enorme cantidad de vapor blanco surgió formando nubes espesas y lo envolvió todo, de forma que no pudo ver ni a Colagusano ni a Cedric ni ninguna otra cosa aparte del vapor suspendido en el aire.
"-Ha ido mal -pensó-. Se ha ahogado... Por favor...por favor, que esté muerto..."
Pero entonces, a través de la niebla, vio, aterrorizado, que del interior del caldero se levantaba lentamente la oscura silueta de un hombre, alto y delgado como un esqueleto.
-Vísteme -dijo por entre el vapor la voz fría y aguda, y Colagusano, sollozando y gimiendo, sin dejar de agarrarse el brazo mutilado, alcanzó con dificultad la túnica negra del suelo, se puso en pie, se acercó a su señor y se la colocó por encima con una sola mano.
El hombre delgado salió del caldero, mirando a Harry fijamente... y Harry contempló el rostro que había nutrido sus pesadillas durante los últimos tres años. Más blanco que una calavera, con ojos de un rojo amoratado, y la nariz tan aplastada como la de una serpiente, con pequeñas rajas en ella en vez de orificios. 
Lord Voldemort había vuelto.

J. K. Rowling, Harry Potter y el Cáliz de Fuego

viernes, 25 de julio de 2014

"La libélula de plata"

"Yo soy Simona Drag-Lupí, traductora de lenguas tanto modernas como muertas, habitante nativa de la Capital del Imperio Humano, hija de Hermann Drag y Stela Lupí.
Ojalá la libélula de plata no hubiese volado nunca de mis manos" 




"Yo soy Mow Korianev, Único Heredero al Trono del Imperio, habitante de la Capital de los humanos, hijo de Korian Uberev y Laila Marse.
Huir es de cobardes, y mi sabia y bendita madre siempre dijo que fui un chico valiente"




"Yo soy Albertus Belio Gyga, científico por profesión en todas las materias no tocantes a las letras, hijo de un minero y una prostituta caídos ambos en desgracia, habitante de la Capital del Imperio Humano pero nativo de la minúscula y olvidada Ciudad de los Mineros.
El mundo pone más trabas a los sueños de los insensatos de lo que mi impulsivo pupilo cree"




"Yo soy Ulrika la Grácil Hoja, Gran Buscadora en mi Tote Ki Rah, hija de la sabia madre Tierra, habitante del salvaje mundo que nos rodea y nativa de la tribu indígena de las gentes-planta al Este de la Selva Salvaje de los Reptiles.
No hay en el mundo huracán más poderoso que la pasión de un humano cuando persigue sus más anhelados sueños"



miércoles, 23 de julio de 2014

Podrás deslizarte ante mis ojos besando a chicas guapas con tu varonil elegancia,
podrás desvanecerte entre mis manos cada vez que, ingenua, creo que he conseguido atraparte; 
podrás mirarme desde el cielo mientras sobrevuelas las nubes sosteniendo tu tridente de marfil,
y podrás vivir una vida sin humillación, digna de un varón hercúleo de madurez superior a la media, sin inmutarte lo más mínimo.
Podrás hacerme chocar con mis recuerdos,
pelear con mi reflejo en un maldito espejo de cristal,
robar corazones ajenos cuando lleve puesto mi disfraz de reina oscura,
e incluso tiritar de miedo ante tu amenazante figura de semidiós recién salido del Olimpo.
Pero lo que nunca conseguirás, estimado señor de la cruel niebla, es arrancar de mí este trozo de Simona que llevo incrustado en mi interior, como si se tratase de un segundo corazón.

B.

lunes, 21 de julio de 2014

Himno de Hogwarts.

Hogwarts, Hogwarts, Hogwarts,
enséñanos algo, por favor.
Aunque seamos viejos y calvos
o jóvenes con rodillas sucias,
nuestras mentes pueden ser llenadas
con algunas materias interesantes.
Porque ahora están vacías y llenas de aire,
pulgas muertas y un poco de pelusa.
Así que enséñanos cosas que valga la pena saber,
haz que recordemos lo que olvidamos,
hazlo lo mejor que puedas, nosotros haremos el resto,
y aprenderemos hasta que nuestros cerebros se consuman.


J. K. Rowling, Harry Potter y la Piedra Filosofal

viernes, 18 de julio de 2014

Palabras del ciego Isaac.

"Augustus Waters era un capullo grandilocuente, pero se lo perdonamos. Se lo perdonamos no porque tuviera un corazón tan metafóricamente bueno como literalmente asqueroso, ni porque supiera coger los cigarros mejor que ningún no fumador de la historia, ni porque llegara a los dieciocho años cuando debería haber cumplido más.
(...) Os aseguro que a Augustus Waters le gustaba tanto hablar que os interrumpiría en su propio funeral. Y era un pedante. El chaval era incapaz de mear sin plantearse las enormes connotaciones metafóricas de la producción de excrementos. Y era un creído. Creo que nunca he conocido a nadie tan atractivo físicamente que fuera tan consciente de su atractivo físico.
Pero tengo que decir algo: cuando los científicos del futuro se presenten en mi casa con ojos robot y me pidan que los pruebe, les contestaré que se vayan a tomar por culo, porque no quiero ver un mundo sin él."

John Green, Bajo la misma estrella

jueves, 17 de julio de 2014

Principios caballerescos rotos por la pasión de una mujer salvaje.

Que la diosa lo ayudara, pero ¿en qué estaba pensando? Ella formaba parte del consejo de maestros y tenía autoridad sobre él. Si sus papeles se invirtieran y fuese él quien estuviera robando besos, ella le habría cruzado el rostro con una bofetada y él habría llegado a la conclusión de que se lo tenía merecido. Así lo habían educado. En cuanto tuvo la edad suficiente para comprender que los chicos y las chicas eran distintos, le habían enseñado que debía ofrecer el brazo, inclinarse, comportarse como un caballero. Los caballeros se limitan a adornarlo todo, a ponerle una pátina brillante a todo. Aysha hacía añicos su caballeresco código suvaeano como la traca de petardos que revienta el cristal de una ventana.

Elspeth Cooper, Bajo la hiedra

miércoles, 16 de julio de 2014

La muerte de la vida.

El hombre, decían, ha de afrontar la realidad. ¡Ha de afrontar el Aquí y el Ahora! Todo lo demás tiene que desaparecer. ¡Las hermosas mentiras literarias, las ilusiones de la fantasía, han de ser derribadas en pleno vuelo! Y las alinearon contra la pared de una biblioteca un domingo por la mañana, hace treinta años. Alinearon a Santa Claus, y al Jinete sin Cabeza, y a Blanca Nieves y Pulgarcito, y a Mi Madre la Oca..., oh, ¡qué lamentos!, y quemaron los castillos de papel y los sapos encantados y a los viejos reyes, y a todos los que "fueron eternamente felices", pues estaba demostrado que nadie fue eternamente feliz, y el "había una vez" se convirtió en "no hay más". Y las cenizas del fantasma de Rickshaw se confundieron con los escombros del país de Oz, e hicieron unos paquetes con los huesos de Ozma y Glinda la Buena, y destrozaron a Policromo en un espectroscopio y sirvieron a Jack Cabeza de Calabaza con un poco de merengue en el baile de los biólogos. La Bella Durmiente despertó con el beso de un hombre de ciencia y expiró con el fatal pinchazo de su jeringa. Hicieron que Alicia bebiera algo de una botella que la devolvió a un tamaño donde no podía seguir gritando "más curioso y más curioso" y rompieron el Espejo de un martillazo y acabaron con el Rey Rojo y la Ostra.

Ray Bradbury, Crónicas marcianas

domingo, 6 de julio de 2014

The ABC Murders.

-¿Qué es lo que dicen, Hastings? No capto las palabras. 
Escuché con atención hasta que capté una estrofa:

-...Y cazar un zorro,
encerrarlo en una jaula
y que nunca asome el morro.

-¡Y cazar un zorro, encerrarlo en una jaula y que nunca some el morro! -repitió Poirot.
De pronto se le había ensombrecido la expresión.
-Es algo horrible, Hastings -guardó silencio un instante-. ¿Practicáis aquí la caza del zorro?
-Yo no. En mi vida he sido capaz de cazar uno. Y no creo que abunde la caza en estos parajes.
-Me refería a Inglaterra en general. Extraño deporte. El acecho hasta avistar la pieza... entonces suena el cuerno, ¿no?... y comienza la carrera a campo a través, sobre zanjas y vallas... y el zorro corre, a veces retrocede,... pero los perros...
-Rastreros.
-...Los perros rastreros están sobre la pista, y finalmente capturan al pobre bicho, que tiene una muerte rápida y horrible.
-Supongo que parece cruel; sin embargo...
-¿El zorro disfruta? No digas bêtisses, amigo mío. Tout de même, es mejor así... una muerte rápida y cruel... la que cantaban los niños... Encerrarlo en una jaula para siempre... es atroz.

Agatha Christie, El asesinato de la guía de ferrocarriles

jueves, 3 de julio de 2014

Cat among the pigeons.

-Pero la democracia... -empezó a decir Alí.
-¡Oh!, la democracia... -dijo Bob, moviendo la pipa de un lado para otro-. Esa es una palabra que tiene distinto significado en cada país. Una cosa es cierta: que nunca significa lo que los griegos quisieron, originalmente, que significara. Me apuesto contigo lo que quieras a que si te echan de aquí, algún mercader de frases retumbantes se apoderará del país, gritando sus propias alabanzas y constituyéndose en un dios todopoderoso, y ahorcará o cortará la cabeza de todo aquel que esté en desacuerdo con él en cualquier aspecto. Y, anótalo, dirá que es un gobernante demócrata... del pueblo y para el pueblo. Y es de esperar que al pueblo le guste eso también. Porque le excita. Ama la matanza, la efusión de sangre...
-Pero ¡nosotros no somos salvajes! ¡Hoy en día somos seres civilizados!
-Existen diferentes clases de civilización... -comentó Bob vagamente-. Además, yo creo que todos nosotros somos más bien un poco salvajes y nos mostramos como tales si encontramos una buena excusa para ponerlo de manifiesto.
-Tal vez tengas razón -asintió Alí, sombrío.
-Lo que el pueblo parece no querer, hoy día, en ningún país -continuó Bob-, es un gobernante que tenga una pizca de sentido común. Yo nunca he sido un muchacho con mucha inteligencia, y tú sabes esto bastante bien, Alí; sin embargo, frecuentemente pienso que eso es lo que el mundo necesita realmente: una pizca de sentido común -afirmó, dejando a un lado la pipa y levantándose de su asiento.

Agatha Christie, El gato entre las palomas